Vivimos en opresión. Afortunadamente, no hablo de supremacía política, militar, ni patronal. Pretendo demostrar que vivimos encerrados en una tiranía cultural y generacional que posiblemente explique el subdesarrollo del país.
¿Dictadura generacional? Me refiero a que los viejos mandan, y mandan con mano de hierro. Los tomadores de decisiones, en la grandísima mayoría de las empresas de esta República, son canosos (de lo contrario, se tiñen el pelo). Asimismo, si sumamos las edades de todos los diputados a la Asamblea Legislativa, el resultado supera la edad del Sol.
¿Todos hacen un mal trabajo? No necesariamente. Hacen una buena labor administrando el mundo donde viven, pero si queremos alcanzar un futuro ágil, triunfante y rentable, debemos administrar de manera rápida, vigorosa y radical.
Difícilmente vamos a realizar nuestro deseo con un Poder Ejecutivo de la tercera edad. Debemos tomar decisiones directivas enfocadas en el país que queremos tener, no en el país que tenemos.
Los líderes del pueblo, dentro de 10 años, estarán en edad de pensionarse. ¿Con qué criterio van a forjar el futuro en que nosotros, los jóvenes, vamos a tener que vivir? ¿Con qué ánimo van a arriesgar el pescuezo y tomar decisiones extremas que podrían derrotar instituciones corruptas si dentro de pocos años ellos mismos estarán fuera de las canchas?
¿La opresión ancestral es un tema meramente político? No. La política representa una pequeña cucharita de tierra dentro del hueco gigante en el cual nos hemos hundido. Las vagonetas las han sacado el estado mental colectivo y las barreras psicológicas y culturales que inhiben el desarrollo.
En Costa Rica, tenemos los recursos necesarios para liderar el crecimiento económico en la región, pero nos falta el espíritu emprendedor: la chispa que rechaza el statu quo y abraza la incertidumbre, el riesgo y el desafío.
Estamos claros, con el pasar del tiempo los seres humanos ganamos experiencia y conocimiento, que nos ayuda a tomar decisiones. Por otro lado, las tradiciones, los estándares morales y hábitos de cada persona se mantienen relativamente constantes.
Mundos distintos. Resulta que en nuestra cultura, las costumbres y las normas sociales nos invitan a tomar posiciones conservadoras con respecto al manejo de nuestras vidas. Esto podría ser sensato en un entorno anticuado, donde la mayor aspiración de una persona era tener su casita, su familia y su pastor alemán. El problema es que el mundo ha cambiado drásticamente en los últimos 50 años, y ahora la máxima aspiración de un joven no tiene límites gracias al mercado global en el que nos encontramos.
Entonces, aunque un viejo inteligente sea glorificado por sus colegas debido a su capacidad de tomar decisiones “correctas”, es probable que nuestra generación discrepe, y no porque seamos menos avispados, sino porque las generaciones en sí tienden a discrepar con respecto a lo que debe considerarse “el camino correcto”. Veamos un ejemplo:
“Mario Neta”, nuestra figura ficticia, quiso ser bailarín. Toda su infancia soñó con bailar El lago de los cisnes frente a un público sofisticado de miles de personas. Aunque era muy talentoso y practicó durante años, al graduarse del colegio se enfrentó a una disyuntiva que lo descuajó. “Persigo mi sueño de bailar profesionalmente o voy a la U a estudiar una carrera que me ofrezca seguridad laboral”. Por presión de sus papás, y quizás porque su abuelo considera que el ballet está reservado a las mujeres, optó por la segunda. Se graduó de administrador de empresas, trabaja como “ejecutivo” en una empresa transnacional y recibe un buen salario, que le permite estar cómodamente frustrado por el resto de su vida.
¿Cuánto valor aporta “Mario” a la sociedad y a la economía en este escenario? Se ha vuelto un empleado más dentro de una red de tercerización de una de las tantas compañías que, gratamente, vienen a invertir en nuestro país por la buena relación precio-calidad que brinda nuestra mano de obra.
Le han dicho que tiene posibilidad de crecimiento y que va por buen camino; pero la realidad es que, difícilmente, va a subir de rango, aun después de cinco años en su posición, porque la gran mayoría de los puestos de trabajo que ofrecen estos negocios están limitados a soporte, jineteo de datos y otras plazas similares de bajo nivel.
Recordemos, también, que, a fin de cuentas, la riqueza que genera “Mario” aterriza en bolsillos extranjeros. Encima, es posible que su trabajo monótono le drene el optimismo y el ánimo de participar en otras actividades que den más beneficio social para el pueblo.
Ahora, imaginemos lo contrario: “Mario” rechaza el trillo clásico que sus mentores le recomiendan y decide profundizar sus conocimientos artísticos con el objetivo de ser un bailarín profesional.
Logrando aprovechar el talento y la pasión que lleva dentro, “Mario” se convierte en un héroe nacional de danza y funda una academia de baile que se presenta en toda Centroamérica y el Caribe. Al llenar el Teatro Nacional, un sábado por la noche, “Mario” realmente desata un movimiento económico que le genera valor al país.
La probabilidad de que tenga tanto éxito en la danza podría ser baja; pero el peor intento es el que no se hace. La realidad es que casi todos los jóvenes acatamos la influencia de los veteranos, y solemos optar por las decisiones que ellos dicen tener menor riesgo.
El dilema es, como ya mencioné, la existencia de una divergencia generacional importante que distorsiona nuestra jerarquía de prioridades y aspiraciones. Por lo tanto, los caminos conservadores sugeridos por los señores tradicionales usualmente son los menos apasionantes para los jóvenes (y todos sabemos que sin pasión no hay paraíso).
La vida que anhelamos. Si fuera un hecho que todo joven debe casarse y tener hijos, entonces podría ser muy llamativa la ruta del trabajo en la transnacional. La regularidad de ingresos y el seguro médico privado le dará la sábana que necesita la persona para mantener una familia a corto plazo. Sin embargo, en las últimas dos décadas ha disminuido considerablemente el deseo de procrear antes de los 30, entonces, ¿qué ganamos al evitar un camino “riesgoso” si el beneficio principal de la alternativa es una seguridad económica que no urgimos? Además, si pensamos en cuán devastador sería para el espíritu de un artista trabajar forzosamente en contabilidad por toda su vida, entonces, ni habría punto de comparación. La decisión lógica sería aventarse y salir de la zona de confort, aunque eso lleve un abuelo al soponcio.
Tenemos que vivir la vida que anhelamos, no la que nos imponen. Los millennials deberíamos postergar la creación de una familia, dado que esto exige una estabilidad financiera que no es compatible con actitudes emprendedoras que conducirían al país a la prosperidad que anhela. De por sí, muchos vamos a vivir hasta los 100 años, quizás 120, entonces, con más razón, debemos posponer actividades nupciales y procreativas.
Actuar. Para intentar ablandar este imperio geriátrico que estoy describiendo, opino que hay tres acciones que debemos tomar los menores de 30:
• Viajemos. No existe actividad más perjudicial para la estrechez de mente que amarrarse una mochila y caminar por un continente desconocido. Salir un rato de la burbuja burocrática costarricense ofrece beneficios psicológicos incuantificables. Ideal sería conocer Latinoamérica interactuando con personas de toda clase social (ir a Cancún todo incluido por 3 días y 4 noches no cuenta). Esta práctica, indudablemente, le brindará madurez y, posteriormente, le permitirá a la persona tomar una posición más desafiante ante las expectativas de los arcaicos.
• Apoyemos todo aquello que nos impulse hacia el futuro que buscamos. ¿Está harto de los bloqueos de los taxistas? Use Uber. ¿Le indigna el monopolio de Recope?, asista el 8 de noviembre a la plaza de la Democracia en apoyo al movimiento “No más Recope”. ¿Le molesta la ineficiencia y la insalubridad del dinero en efectivo? Aproveche los métodos de pago electrónicos disponibles y aspire a un país sin efectivo (y sin váucheres).
• Emprendamos. Tome acción, asuma riesgos, pida un préstamo y láncese. Nada le dará mayor satisfacción, indiferentemente del resultado del negocio. Si no funciona, retoma el camino ancestral, paga la deuda, se sacude e intenta de nuevo. Varias de las empresas más potentes del mundo nacieron en garajes. Entre más garajes activos tenga Costa Rica, mayor será la posibilidad de que alguno resulte extraordinario.
En fin, seamos intrépidos, porque para ser viejo y sabio, primero hay que ser joven y estúpido.