Un régimen clientelista y represivo que avanza con virulencia hacia la dictadura total y ha montado un férreo tinglado para vaciar de contenido las próximas elecciones. Dos partidos cómplices que maquillan de legitimidad las acciones del mandamás. Ocho aspirantes presidenciales de oposición. Dos coaliciones multisectoriales enfrentadas a la maquinaria dictatorial, cada una con un partido poseedor de personería jurídica.
Estos son los rasgos esenciales de la situación política de Nicaragua, en medio de la recesión económica, el desempleo, la miseria y la pandemia. Superarla es una tarea titánica. Depende, por lo menos, de dos condiciones: 1) forzar al dictador a liberar los presos políticos, desmontar la legislación represiva y crear condiciones para elecciones libres; 2) unir a la oposición alrededor de una candidatura, que evite la dispersión del voto e impida un cuarto mandato consecutivo de Daniel Ortega, o, quizá, el primero de su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo.
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La primera condición solo podrá lograrse mediante una fuerte presión internacional, encabezada por Estados Unidos, la OEA y la Unión Europea, cuya eficacia está por verse. La segunda dependerá de los nicaragüenses. El miércoles se abrió una esperanza. Gracias a gestiones del grupo Hagamos Democracia y la Fundación Arias, cuatro de sus más reconocidos aspirantes se comprometieron a crear un mecanismo para seleccionar y apoyar un candidato de unidad, que competirá si existen condiciones para elecciones libres. Se trata de Medarno Mairena, líder campesino; Félix Maradiaga, politólogo; Juan Sebastián Chamorro, economista; y Miguel Mora, periodista.
De poco servirá el esfuerzo si no se unen los demás, entre los que destaca Cristiana Chamorro, de distinguida estirpe. La presión para que lo hagan es fuerte, y a ella se ha sumado la Comisión de Buena Voluntad, que encabezan el exrector Carlos Tünnermann y el periodista Fabio Gadea, veteranos demócratas.
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El acuerdo aún pende de débiles hilos. De materializase, faltará derribar las barreras electorales y, finalmente, ganar suficientes votos. Nada fácil. Sin embargo, al menos existe una ventana abierta, personas responsables empeñadas en ampliarla y una necesidad urgente para salvar Nicaragua. Sobran los motivos para empeñarse en su éxito.
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