Junto con los nómadas digitales, mochileros 2.0 que fluyen hacia lugares atractivos para convertirlos en morada temporal de teletrabajo, la pandemia ha generado otra tendencia de movilidad laboral. La impulsan quienes, gracias a la conectividad, ya no necesitan estar en la GAM para trabajar, y optan por regresar a sus comunidades de origen, con compus, valijas y menaje. Son los reubicados locales. El positivo impacto de ambos grupos es promisorio, pero el del segundo tiene un potencial más profundo.
Los nómadas digitales han adquirido mayor notoriedad, por ser parte de una tendencia global, aceitar directamente —por el momento, con cuentagotas— nuestra entrabada industria turística y generar un efecto de «derrame» en la adquisición de otros bienes y servicios. Si pasa un proyecto de ley para dar beneficios fiscales a los que vengan de fuera, su dinamismo aumentará. Los reubicados locales, aunque más numerosos, por el momento han migrado por debajo del radar. Es hora de prestarles atención y activar al máximo una variable clave para su ímpetu: alta velocidad de conexión digital.
La magnitud de este reflujo podría cuantificarse con algunos ajustes a la encuesta de hogares. Por el momento, la evidencia casuística sugiere, por ejemplo, que abundante personal especializado (técnico o profesional), o de call centers, sigue trabajando en lo mismo, pero no desde oficinas en la GAM, sino desde las casas familiares en otras ciudades; por ejemplo, Grecia, San Ramón, Turrialba o Pérez Zeledón.
En ellas, más allá de las satisfacciones personales, generan ingresos, consumen, participan, departen, emprenden, proponen y aportan a la economía y la dinámica social. Estamos ante una transferencia de recursos, económicos y humanos, desde el centro hacia otros territorios.
Este cambio podrá generar comunidades algo más prósperas, reducir —aunque sea modestamente— desigualdades regionales y crear condiciones para mayor inversión en zonas hasta ahora marginadas de las cadenas más dinámicas de valor.
¿Iluso yo? Quizá, pero si partimos de que, tras la pandemia, apenas una parte de este flujo se revertirá, porque los beneficios del teletrabajo son muchos para empleados y empleadores, la reubicación local no será un fenómeno efímero, sino prolongado; sus efectos, también.
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