Varios diputados tienen un centro de gravedad estable y responsable en el abordaje de sus tareas, pero la Asamblea Legislativa, como cuerpo colegiado, padece de doble personalidad. Desde mayo del 2018, muchas veces se ha volcado, con valentía y compromiso a lubricar los engranajes del Estado mediante decisiones de gran calado y por años postergadas; otras, sin embargo, los ha entrabado con arena, a riesgo de que se fundan. En las últimas semanas, cuando más necesitamos el aceite, las decisiones y propuestas arenosas han estado a la orden del día.
Las más recientes son las reformas al régimen obligatorio de pensiones complementarias (ROP), que debilitará la red de protección en la vejez; el proyecto para bajar a la mitad el impuesto a la propiedad de vehículos este año, sin compensar los recursos que dejaría de percibir el fisco; y la resurrección del que pretende poner marbetes a los envases de licores, que entorpecería el comercio.
La primera de esas iniciativas es una involución de carácter estructural en materia social; la segunda, un golpe a la recaudación progresiva; la tercera, un escollo para la agilidad económica, objetivos que, por lo menos retóricamente, casi todos los diputados dicen apoyar. Porque su discurso recurrente exige al Ejecutivo recortes de gastos, reforma del Estado, progresividad impositiva y reactivación económica.
Muchos "proyectos creativos”, como los ha llamado la exministra Rocío Aguilar, se convirtieron en ley meses atrás: la exoneración de renta a cooperativas en la reforma fiscal, las restituciones en recortes de gastos propuestos por el gobierno en el segundo presupuesto extraordinario del año; la exoneración de la regla fiscal a las municipalidades y la autorización para que realicen compras fuera del Sicop, y el bloqueo a la reducción de jornadas en el sector público.
Muchas de las propuestas “mascota” de algunos diputados han comenzado pésimas y terminado malas, luego de que, por complacencia, presiones sectoriales o demagogia, sus compañeros, en lugar de frenarlas, apenas las aligeraron; es decir, pusieron algo de aceite a la arena, en lugar de limpiarla del todo. Las contradicciones entre lo que se dice y hace, o lo que se requiere y aprueba, siempre son peligrosas. Pero en la situación actual se vuelven alarmantes.
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