El sistemático acoso del gobierno a medios independientes tiene su origen en un solo hecho: el miedo. Ahí nacen el constante irrespeto al Estado de derecho, la desviación del poder para perseguir a quienes considere una amenaza y las influencias para intentar liquidar a empresas de comunicación, sus accionistas o periodistas.
Costa Rica, en los últimos 75 años, no había llegado a este punto, porque quienes ejercieron el poder a lo largo de esas siete décadas no eran tan antipatriotas ni antidemocráticos como para intentar desaparecer o acallar un medio o periodista por obligarlos a rendir cuentas o porque destaparan el lado oscuro que, desafortunadamente, ha habido en todo mandato.
Si usted se informó de los escándalos de corrupción de cada una de las administraciones de Liberación, Unidad o Acción Ciudadana, fue porque, aunque hubo miedo a que trascendiera la podredumbre y no faltó quien emprendió represalias publicitarias, el espíritu del Estado de derecho nunca fue vulnerado.
El miedo del gobierno lo causa el terror al escrutinio público de sus decisiones y sus líderes, el cuestionamiento a las contradicciones entre discursos y actos, el pavor a caer en encuestas de popularidad y, sobre todo, a que se divulguen hechos de corrupción.
Si repasa estos 75 años de historia democrática, no hay un solo mandato libre de un escándalo o malversación de fondos públicos. La mayoría de ellos vieron la luz por denuncias o investigaciones periodísticas, salvo el de la trocha fronteriza, revelado, con valentía, por la misma gobernante de turno, Laura Chinchilla.
Esperemos que este gobierno termine sin mácula, pero la experiencia indica que es casi imposible, porque nunca falta uno o varios güeros que se aprovechan de los descuidos de los jefes o los vacíos legales para abusar de la confianza depositada en ellos.
Si llegara a suceder, muy probablemente usted no se enterará porque un alto funcionario se lo dirá mirándolo a los ojos o en un video en TikTok. Se informará por medios y periodistas independientes, ajenos al poder, porque esa es la misión real periodística: revelar lo que otros quieren callar por miedo.
Ingresó a La Nación en 1986. En 1990 pasó a coordinar la sección Nacionales y en 1995 asumió una jefatura de información; desde 2010 es jefe de Redacción. Estudió en la UCR; en la U Latina obtuvo el bachillerato y en la Universidad de Barcelona, España, una maestría en Periodismo.
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