¿Murieron asfixiados, intoxicados, por heridas de arma de fuego o puñal, o debido a una enfermedad?
Esa es la pregunta que, casi siempre, logran responder los patólogos forenses al realizar autopsias. Sin embargo, en un número muy pequeño de casos, ni ese minucioso examen a los cadáveres permite descifrar la causa de muerte.
De acuerdo con dados brindados por la sección de Patología Forense del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), entre el 2009 y el 2013 se efectuaron, en total, 16.000 autopsias, de las cuales 289 no descubrieron la razón del fallecimiento.
De las muertes que continúan siendo un misterio, 248 corresponden a hombres, 40 a mujeres, y, en uno de los casos, no se pudo determinar el sexo de la persona.
Además, siete estaban en edades entre los 0 y 19 años; 98 entre los 20 y 49 años, y 157 eran mayores de 50 años. De otras 27 personas no se pudo determinar la edad.
Asimismo, no se logró conocer la identidad 18 de los cadáveres.
Del total de exámenes que realiza la Policía Judicial, alrededor de un 30% corresponden a muertes naturales; en el resto, hay alguna responsabilidad legal, según informó la entidad.
Jorge Aguilar, jefe de Patología Forense, comentó que aquellos casos en que no se llega a precisar la causa de muerte, no necesariamente implican que no se resuelva la investigación policial.
“Es distinta la causa a la manera. En algunos casos, decimos que no hay causa de muerte, pero tenemos una manera homicida si encontramos un cadáver semienterrado, amarrado, dentro de una bolsa plástica; eso es un homicidio, pero ¿cómo lo mataron, ¿lo asfixiaron? ¿lo golpearon?”, explicó el médico.
“En nuestro trabajo, los objetivos de la autopsia médico-legal son: establecer causa de muerte, manera de muerte, tiempo de muerte e identidad. En algunos cadáveres podemos responder a todas las preguntas y en otros solo algunas”, agregó.
Limitaciones. La principal razón por la que los expertos no siempre pueden determinar con certeza la causa de muerte es el estado de putrefacción o, incluso, la reducción esquelética del cuerpo.
Usualmente, se trata de personas que fueron encontradas muchos días después de su fallecimiento, la mayoría indigentes.
“Entre más tiempo pase desde el momento de la muerte, se va perdiendo tejido blando, sangre, y van quedando solo los restos como huesos y dientes; entonces, es menos la posibilidad de tener un resultado”, agregó Aguilar.
El médico ejemplificó que si aparecen huesos en una montaña, la carencia de piel impedirá conocer si la persona tuvo heridas o golpes.
Tampoco habrá vísceras (corazón, hígado) para detectar si la persona sufrió un infarto o tenía una enfermedad como hepatitis.
“Ya no tenemos sangre para ver si estaba intoxicado, ya no tenemos músculo para ver si tienen tóxicos”, manifestó Aguilar.
Análisis. El jefe de Patología indicó que los estudios a los cadáveres, aun cuando estén en estado de putrefacción o reducción esquelética, son meticulosos.
Primero, los forenses analizan las lesiones en las estructuras desde el punto de vista macroscópico, y luego estudian cambios en los órganos internos.
También, se hacen análisis con técnicas radiológicas.
“Los cuerpos pueden sufrir antropofagia cadavérica, o sea, que los animales se los comen; entonces, hay que determinar si (las modificaciones) son a causa de un animal o se los hicieron antes de morir”, esbozó Aguilar.
Asimismo, se hacen investigaciones históricas sobre patologías de las personas o factores de riesgo.
Cuando los restos son solo huesos, la sección cuenta con una antropóloga forense que ayuda a conocer el sexo, edad o si hay enfermedades en los huesos.
Si todo ese proceso no revela datos seguros, la muerte sigue en un enigma.