En el corazón de la capital, al costado sur del Teatro Nacional, hay un lugar de 300 metros cuadrados en el se vive la sensación de entrar al interior de un cuento.
Se trata del Mercado Gastronónico El Abasto, una alternativa que ofrece cinco opciones gastronómicas en el mismo lugar: pastas italianas (Pizza Pasta), milanesas argentinas (Concepto Milanesa), tapas españolas (Puerto Barcelona), cocina libanesa (Lubnan) y un mundo de café, postres y vinos (El Viejo Almacén).
Definitivamente la creatividad, el ingenio atrevido e irreverente forman parte de la decoración de El Abasto. El diseño es creación de su propietario Jorge Saggal.
El Abasto, que tiene tres niveles, es un lugar con aspecto circense, muy vivaz y colorido, con elementos únicos y pícaros que rompen la monotonía.
Al entrar, en el primer piso, se encuentra con el Viejo Almacén, una cafetería de postres donde una maceta de helechos vestida con jeans y sentada plácidamente en la jardinera de la entrada, dan la bienvenida y la sensación de que en algún momento podría levantarse y caminar. Una bicicleta que guinda del techo nos recuerda que es un medio de transporte urbano opcional y muy limpio, explicó Jorge.
No pueden pasar inadvertidas las casetas circenses habitadas por pitonisas o payasos que, dicho sea de paso, son quienes entregan la factura en un cofre.
En el segundo nivel se ve es una terracita rodeada de plantas con vista al Teatro Nacional. Una gran lámpara sobre el bar diseñada con botellas de vino recicladas agrega un aire nostálgico y cálido al ambiente.
Lubnan, Puerto Barcelona y Pizza Pasta están insertos en ambiente muy europeo y mediterráneo. Da la sensación de estar entrecalles dotadas de señalización peatonal, coquetas ventanas y faroles que nos llevan a un gran puerto.
El Abasto es también una enorme galería de murales pintados por artistas nacionales. El Negro Byron plasmó varias obras, como el pintoresco Circo de la Vida al subir las escaleras. En una de las paredes pintó un mural de Barcelona inspirado en la obra del modernista Antoni Gaudi y obras arquitectónicas emblemáticas como el Parque Güell, la Sagrada Familia y el Edificio de Balcones, que entre pinceladas y texturas dan vida a una especie de ilustración.
También dio vida a una ciudad inexistente que fusiona elementos de Barcelona, Roma, Buenos Aires y Beirut, con edificios de esas cuatro ciudades. Por eso en el recorrido se aprecia un Obelisko, una iglesia bonaerense, un Cristóbal Colón, la Torre Agbar, la Basílica de San Pedro, el Coliseo y la Mesquita Mohammad Al-Amin en Beirut, donde se matizan colores, luces y sombras.
No puede pasar inadvertido el balcón con ropa tendida y unos grandes calzones de la vecina fastidiosa que discute con los transeúntes, mientras en su mano izquierda carga una vasenilla en una mano derecha la escoba de millo.
En el tercer nivel está Concepto Milanesa, donde hay una gran foto de Carlos Gardel, el tanguero más famoso. Y tal como sucede en los barrios más humildes, hay pares de tenis guindando de los cables eléctricos de las calles.
El menú ofrece una carta de tapas, postres de cada una de las regiones y una amplia gama de vinos, cocteles, licores, tragos, cervezas, aguas saborizadas y bebidas carbonatadas.