Lo ideal es vestir la camiseta del país de donde uno se siente ciudadano. De eso no debería haber ninguna duda. El orgullo por representar a todo un pueblo tiene que ser lo que infle dicha tela, no solamente huesos, músculos y carne.
Sin embargo, en las últimas semanas, polémicas como la del brasileño Diego Costa o la de los argentinos Christian Giménez y Rubens Sambueza volvieron a poner en la mesa el tema de la nacionalidad de los futbolistas y la selección que terminan representando. Ese que si bien siempre existió, ahora, por tantos intereses que hay en el fútbol, a veces llega acompañado de algunos malos ojos.
Tras varias experiencias, como cuando en 2003 Togo usó en partidos oficiales (eliminatoria a Copa Africana) a seis futbolistas nacidos en Brasil que no tenían ninguna relación con el país africano, FIFA decidió intentar sanar la situación.
Comenzó a hacerlo en el 2004 al modificar sus reglamentos imponiendo una serie de límites que colocaron al menos unos cuantos obstáculos para quienes querían brincarse la cerca. Son las bases de lo que existe ahora.
Desde ahí, el máximo órgano internacional en esta disciplina solo ofrece tres formas para ponerse un escudo diferente (en categoría Mayor) a lo que originalmente debería decir el documento de identidad. Se describen en los Estatutos de FIFA, entre los artículos cinco y ocho del Reglamento de Aplicación.
Las opciones. Una es que uno de los padres o de los abuelos tenga otra nacionalidad. Un ejemplo es el ítalo-brasileño Thiago Motta.
El volante, ficha valiosa del Paris Saint Germain, nació y creció en la ciudad de São Paulo; no obstante, todos sus abuelos son de Italia, lo que le dio la oportunidad de elegir. Ya incluso había jugado dos amistosos con la Verdeamarela .
Bajo esos lineamientos, y forzando un poco la imaginación, el mediocampista Celso Borges pudo haber jugado con Brasil. Es más, si solamente hubiese disputado fogueos con la Selección Nacional, aún podría hacerlo.
Otra es proceder de un territorio colonizado, los cuales no son reconocidos por FIFA como miembros, como pasó con el francés Jocelyn Angloma, quien jugó con los galos por seis años y posteriormente apareció en la Copa Oro del 2007 con el combinado de Guadalupe.
Finalmente, está el adquirir la nacionalidad por residencia. Este punto es el que tuvo más ajustes en los últimos años, pues era el que daba más portillos (se apegaba a la legislación de cada país, por lo que no había uniformidad). Desde el 2008, se precisa por lo menos cinco años continuos de vivir en el “nuevo” lugar y no dos como era antes.
Es a lo que se abrazó Costa con España; es lo que le permitió a Giménez actuar con México.
De nuevo, con esas normas y dejando de lado el realismo, el volante Pablo Antonio Gabas todavía podría jugar con Argentina.
Asimismo, todas esas variables están sujetas a varios principios: nunca haber jugado un partido de un torneo oficial clase “A”, tener las dos nacionalidades antes del debut con la primera selección en cualquier categoría (razón por la que se rechazó a Sambueza) y enviar una solicitud formal a FIFA, la cual será estudiada por el Comité del Estatuto del Jugador y la Cámara de Resolución de Disputas.