Voté por don Luis Guillermo Solís y al igual que muchos costarricenses me siento desilusionado de su gobierno.
Me siento también traicionado porque el cambio prometido terminó siendo un lema diseñado para ganar mi voto.
Todas las situaciones que se han presentado desde que asumió el poder se han acumulado y hemos llegado a un punto tal que la mayor parte de la ciudadanía ya no analiza los problemas objetivamente. Lo hace a la luz de su frustración con esta administración. Desafortunadamente para el presidente, y para todos nosotros, creo que es un grave problema.
El inicio de operaciones de Uber en Costa Rica es un reflejo de ello. No es de extrañar que la promesa de Uber, de usar vehículos más nuevos, seleccionar a sus choferes y capacitarlos, establecer tarifas claras y, sobre todo, brindar un servicio eficiente haya sido recibida como una bocanada de aire fresco.
Tampoco es de extrañar que la institución que regula el transporte en Costa Rica, el MOPT, ponga su atención en el nuevo actor que pretende entrar en el mercado, especialmente, si este promete involucrar a una gran cantidad de particulares que nunca antes han brindado este servicio, generarles ingresos e intermediar en sus transacciones.
Aquí es donde radica el problema, pues la gran expectativa sumada a la frustración con el gobierno hace que las personas ya no tomen como válido ningún argumento que provenga de él, especialmente si ese razonamiento cuestiona cómo Uber pretende operar.
La frustración con el gobierno no debe impedirnos analizar el asunto objetivamente y la frustración no debe tampoco limitar nuestro criterio a validar automáticamente todo aquello que el gobierno cuestione.
He trabajado en tecnología muchos años y he visto el impacto positivo que tiene en la vida de las personas. Esta es una de mis grandes satisfacciones. Soy fiel creyente del sharing economy , de los servicios innovadores y los modelos de negocio colaborativos que brindan mayor valor al consumidor.
He usado Uber, Airbnb y otros servicios similares. Hoy existe un Uber para cuánto servicio uno se imagine, pero no me gusta la forma en que Uber hace las cosas.
Responsabilidad. Al margen de la interpretación legal: ¿Es responsable que una empresa de esta magnitud, en un campo tan delicado y convulso, inicie operaciones intempestivamente ignorando las indicaciones del ente que regula su actividad? ¿No es la mejor práctica cubrir todos los riesgos antes de empezar? ¿Es necesario exponer así a sus choferes? ¿Refleja buena fe reunirse con el MOPT, decir que no saben cuándo iniciarán operaciones y horas después hacerlo sin aviso?
Quienes hemos desarrollado o liderado algún emprendimiento, hemos tenido que lidiar con regulaciones, permisos, patentes y vistos buenos. Hemos tenido que esperar días y meses; muy lejos de lo ideal, pero una garantía intrínseca de que, aunque de manera ineficiente, vivimos en un Estado de derecho y hay que respetar el ordenamiento jurídico.
No me gusta la forma en que Uber ignora la autoridad, ni como se mal representa su responsabilidad real y condiciones, que nadie lee: la responsabilidad por el uso de la plataforma y el servicio es únicamente entre los miembros del Uber Club de Costa Rica, ente totalmente independiente al cual la mayoría de la gente también ignora que se afilia al inscribirse a la aplicación.
Pero lo que menos me gusta y más me preocupa es que el fin justifique los medios. Es el crear un precedente de que si existen clientes que valoran un servicio y están dispuestos a pagarlo, entonces el ordenamiento, las mejoras prácticas y el respeto a la autoridad son secundarios.
¿Adaptarnos? Por supuesto. El cambio es la única constante, debemos adaptar el ordenamiento jurídico para que esta y otras iniciativas operen sin trabas, pero hagámoslo bien y entendiendo que es un proceso.
En California, cuna de la innovación tecnológica mundial y de Uber, la empresa ha tenido que aceptar diversas regulaciones del estado para operar.
Se aproxima su oferta pública de acciones (IPO), cada país, usuario y conflicto adicional es multiplicador de valor, ese es el interés real.
Mi respeto por Uber sería mucho mayor si fuera un agente que acelera el cambio, pero no de esta forma. Ser el poster child del sharing economy no significa estar exento de cometer errores y de apegarse a las leyes vigentes. Tampoco significa que la filosofía de my way or the highway sea la correcta.