Se dice que vivimos en una época crítica en dos sentidos: en crisis y con una tendencia a la crítica.
La crítica es necesaria, pues hay abundantes motivos para practicarla, pero, al tener un carácter público, conviene reflexionar sobre ella.
Existe una crítica funcional que se ejercita con motivo y criterio, es decir, la crítica constructiva. Supone la disposición de estudiar, ya que cuestiona y no renuncia a pensar por cuenta propia.
Uno habita en sus ideas, no las alquila. Asimismo, una pasiva actitud mental es en ocasiones fuente de problemas. No son sensatos los juicios ni las conductas precipitadas. En ellos, la reflexión está ausente porque pensar implica esfuerzo.
Por otro lado, la constante crítica lleva al estancamiento social y a la ruptura de los vínculos. Impide la continuidad, el desarrollo y la evolución.
Dificulta, además, la convivencia y la construcción de una sociedad democrática. Ya decía el filósofo suizo Henri-Frédéric Amiel que “el criticismo convertido en hábito y sistema es la abolición de la energía moral, la fe y toda clase de fuerza”.
No resolvemos nada criticando disfuncionalmente, pues tarde o temprano todos perdemos nuestra fuerza interior. El problema sería menor si en los hogares y las escuelas se enseñara a pensar, a formular preguntas desde edades tempranas y a proponer la resolución de los problemas.
Los niños y jóvenes serían más libres y menos manipulables si se les estimulara a pensar por cuenta propia. De ahí la importancia de la formación del pensamiento crítico en la educación.
Para el profesor Harvey Siegel, el pensamiento crítico es un pensamiento basado en principios. El pensador crítico piensa y actúa en concordancia con unos valores; es prudente y su pensamiento no es ni ligero ni tampoco arbitrario, sino sólido y comedido.
La persona con criterio es más objetiva, creativa y propositiva, porque el pensamiento siempre exige una respuesta.
El pensamiento crítico para Siegel es un ideal que debe regular toda la práctica escolar y académica, porque define criterios de excelencia y prepara para la vida adulta, para una educación cívica, para la adquisición de unas coordenadas en los diferentes campos de la cultura: ciencia, literatura, historia, política, arte, religión, etc.
La crítica como materia tiene una trayectoria milenaria. Procede del griego y significa juzgar y seleccionar, también existe la palabra kritikós, mencionada por Aristóteles para designar a las personas capaces de juzgar.
Dentro de las virtudes intelectuales elementales de este movimiento, está el hábito judicativo que asiste a la formación de juicios y, por tanto, al descubrimiento de la verdad, que es nada menos que el fin intrínseco del conocimiento.
La crítica tiene una connotación positiva, pero si todo es queja, ¿dónde queda la posibilidad de construir? Ello me recuerda la gran frase “hacer crítica, destruir, no es difícil: el último peón de albañilería sabe hincar su herramienta en la piedra noble y bella de una catedral. Construir es la labor que requiere maestros”.
Que nuestra crítica sea para edificar y transmita una opinión fundamentada, pero también una proposición acertada.
La autora es administradora de negocios.