Confieso, por respeto al lector de este artículo, que la reciente muerte por covid-19 de un familiar de mi esposa pesará más en mis apreciaciones sobre los efectos de la pandemia, especialmente por lo dramático de los decesos y el sufrimiento de los dolientes.
Dicen que lo normal es que los hijos entierren a los padres, pero el coronavirus cambió todo, y lo contrario se volvió parte de la cotidianidad desde que la enfermedad se extendió por el planeta.
Quedó al descubierto la fragilidad de la existencia humana ante la adversidad sanitaria y que los avances solo alcanzan para paliar las muertes y registrar día tras día, en una hoja de Excel, el número de decesos y los enfermos a causa del virus.
Algunos nos hemos acostumbrado a ver las estadísticas con cierto aire de indiferencia, pues la subsistencia, en un entorno adverso, impide detener la marcha y lo único posible es la protección con un cubrebocas, seguir las indicaciones de las autoridades sanitarias y esperar la ansiada cita médica para la aplicación de la vacuna contra la enfermedad.
Disponibilidad. Un viejo maestro solía afirmar que lo importante frente a la problemática es la solucionática. El desarrollo acelerado de la vacuna contra la covid-19 es un punto alto en nuestro tiempo, y habla muy bien del ser humano como especie para dar respuesta a las amenazas a su supervivencia. Mas todo este esfuerzo no tiene sentido si no garantizamos la disponibilidad pronta.
Es la única forma de poner freno al SARS-CoV-2, a tanto sufrimiento y al costo social para seguir adelante con la agenda de reformas macroeconómicas y sentar las bases para una economía resiliente, competitiva y estable.
En el ámbito de las ciencias económicas se desarrolló como técnica para mejorar la gestión de las organizaciones el estudio detallado sobre quien tiene la mejor práctica para hacer frente a un problema determinado.
Así que no debe sorprender la atención mundial por el éxito de la campaña de vacunación emprendida por el gobierno de Israel.
En el momento en que escribo estas líneas, ya había vacunado al 50 % de su población mayor de 16 años en mes y medio, aproximadamente, y algunos estudios preliminares subrayaban que la incidencia de la enfermedad, en el segmento que recibió la primera dosis, se redujo en un porcentaje significativo.
Costa Rica haría bien en estar atenta ya que Israel es uno de los modelos de referencia global, cuya característica se resume en la capacidad de negociación con las farmacéuticas a partir de un sistema de salud de alta calidad en términos de eficiencia y eficacia (registros, digitalización, cobertura de población e información inmediata sobre resultados de la vacuna) y una organización envidiable para ejecutar el programa de vacunación en tiempo récord.
Limitaciones nacionales. En nuestro medio, a pesar del extraordinario esfuerzo de las autoridades, hemos tenido como limitante la cantidad de vacunas que se reciben semanalmente y la logística asociada a la conservación y administración.
Se espera que para febrero esto mejore tras la entrada de un segundo proveedor y la reciente compra de los congeladores especiales, lo cual es un respiro para emular las mejores prácticas en el combate de un virus que no tiene horario y demanda una campaña de vacunación todo el día y toda la noche.
Estoy seguro de que la capacidad de nuestro sistema de salud estará a la altura de los mejores en el planeta para detener el avance de la enfermedad del coronavirus.
De lo contrario, habrá sido inútil tantas vidas segadas, espera y paciencia de una población consciente de las limitaciones del país, pero convencida de que la esperanza se encuentra en los hombres y las mujeres ubicados en la primera línea contra la covid-19. Esto y un poco de voluntad política acabarán con muchas largas noches.
El autor es politólogo.