El comercio entre los países centroamericanos es fundamental para todos en el Istmo, aun para Panamá, que vende poco a la región, pero compra cantidades significativas.
En el caso de Costa Rica, el mercado centroamericano constituye la quinta parte de las exportaciones totales de bienes. En el 2019, alcanzaron $2.450 millones.
Es un monto similar al exportado a la Unión Europea. Además, históricamente, el saldo ha sido “positivo” con todos los países, pues las ventas superan con creces lo importado del resto de la región.
Costa Rica tiene un vivo interés en que el comercio fluya de la mejor forma posible y en atender con prontitud los inevitables problemas temporales.
Los flujos comerciales son muy sensibles a sucesos políticos y naturales ocurridos de tiempo en tiempo en la región.
Hace dos años, una serie de protestas internas en Nicaragua interrumpieron el flujo de nuestro comercio terrestre hacia el norte del Istmo y viceversa.
Con la aparición de la covid-19 y la necesidad de conciliar los objetivos prioritarios de salud pública con los comerciales, surgen nuevas dificultades por extrañas actitudes del gobierno nicaragüense.
Durante días, hubo largas filas de furgones imposibilitados para continuar su recorrido y hacer entregas en la forma usual.
Las autoridades y los representantes del sector exportador analizaron la posibilidad de utilizar la vía marítima, pero el costo de los fletes se habría elevado en un 60 %, lo cual encarecía significativamente el costo final de las mercancías y restaba competitividad a los exportadores nacionales.
La solución finalmente negociada procura armonizar las necesidades sanitarias y las del comercio. Convoyes de transportistas atraviesan el país con escolta policial, cuando el destino de la mercadería no es Costa Rica, y los sistemas de rastreo con GPS mantienen vigilados los furgones destinados a almacenes fiscales en el territorio nacional.
La pandemia de la covid-19 es una circunstancia extraordinaria y tarde o temprano pasará, pero la afectación del comercio regional debería llevarnos a hallar soluciones permanentes en el plano de la diplomacia y de los organismos de coordinación, como el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), uno de cuyos objetivos es fortalecer la región como bloque económico.
Los obstáculos de factura humana al flujo terrestre de mercancías son una carlanca, causante de pérdida de competitividad internacional de los países de la región.
Eso encarece muchos bienes intermedios y finales para los consumidores centroamericanos y podría estimular el proteccionismo, con lo cual todos perderíamos.
Como póliza de seguro, también conviene explorar formas económicas de alcanzar el mismo objetivo por la vía marítima. Las autoridades y empresas exportadoras deben abocarse a identificar esas posibles soluciones.
Como manifestó Laura Bonilla, presidenta de la Cámara de Exportadores de Costa Rica (Cadexco), el costo del flete marítimo varía según el país, el embarque y la naviera, por lo cual la negociación basada en volumen se torna crucial.
La idea del servicio de ferri se ha venido explorando desde hace años y cobró auge a partir de los acontecimientos recientes.
Ojalá el retorno a una relativa normalidad no retrotraiga la discusión a un segundo plano.
Hay mucho en juego y ninguna posibilidad de proporcionar estabilidad al comercio debe dejar de ser explorada.