El título de esta columna lo inventó un legendario periodista argentino para una nota sobre el asesinato de un hombre a consecuencia de un asalto, allá por 1926. Los investigadores creían que el supuesto asalto disfrazaba en realidad un envenenamiento con cianuro, un típico crimen pasional. Pero el articulista, que firmaba GGG, con las siglas que correspondían a su nombre, apuntó al robo como la verdadera causa del hecho y así lo dejó ver en el título, después de una osada maniobra investigativa.
Me enteré del asunto gracias a las menciones del acontecimiento que hace un personaje de Claudia Piñeiro en una novela cuyo nombre no revelaré a fin de que los que quieran saberlo, si es que ya no lo saben, lo averigüen leyendo sus libros hasta dar con el que soluciona el enigma. Me tomo esta pequeña libertad para asomarme tímidamente a la entretenida tarea de escribir textos policiales.
No es que no lo haya intentado antes, lo de escribir textos de esa clase. Al menos en dos ocasiones quise dar forma a ficciones literarias a partir de acontecimientos criminales reales que por una razón o por otra me impresionaron especialmente. Pero en esto, como en tantas otras cosas, fracasé. Lo que no quita para que mire con sórdida envidia a los que entre nosotros tienen éxito, sin duda porque ponen más empeño y tienen mayores conocimientos y habilidades.
No hay cianuro se convirtió en una expresión de uso común empleada en diversas circunstancias. En retrospectiva, me lleva a épocas o ambientes que tal vez nunca existieron, en donde el homicidio era producto de una maquinación escrupulosamente ideada y refinadamente llevada a la práctica, que modificaba la indiscutible perversión de su naturaleza a causa del insidioso medio empleado para matar, por lo común el veneno.
Matar no era entonces un ejercicio de desfachatada violencia, como ahora. La víctima deglutía sin percatarse de la impiedad del hecho, sin experimentar lo que la jurisprudencia llama “la angustia de muerte inminente”: el sentimiento de pavor de la víctima que entre el momento de la agresión o el ataque y el momento de su muerte ha tenido conciencia de su ineludible fin.
Las modalidades criminales que en la actualidad nos asolan, caracterizadas por el uso de la fuerza bruta, hacen que sienta nostalgia del tiempo mítico del cianuro.
carguedasr@dpilegal.com
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.