Es Navidad. Hoy quiero pensar en Nicaragua. En el espíritu festivo de estas fechas, no puedo impedir que mi corazón me arrastre hasta el lugar más oscuro de El Chipote, donde el pecado de pensar se convirtió en suplicio. Pareciera que ese tormento fue silenciado, no fuera que su recuerdo perturbara nuestra lesiva indiferencia. Ese dolor no es para mí concepto abstracto. Es la sonrisa, hoy apagada, de almas que conocí. Es la noche encarcelada que no puedo imaginar de colegas de trabajo que acompañaron mi estadía en esa maravillosa tierra pinolera perennemente torturada por su historia.
Colegas que afables me acogieron jamás habrían adivinado llegar a conocer las entrañas del averno. A pesar de sus sesudos análisis, no midieron las feroces entrañas de la bestia que hoy se ensaña en sus carnes. Sus condiciones carcelarias enriquecen a Dante de realismo contemporáneo: lasciate ogni speranza voi ch’ entrate.
A quienes conocí, los acompañan otros centenares culpables de inofensivas aspiraciones democráticas. Parece mentira. En Nicaragua, la palabra democracia es subversiva. Quien a llevar siquiera se atreva la bandera de su país terminará con huesos en El Chipote. En Nicaragua o soñás en silencio o tu quimera se vuelve pesadilla. ¿Cómo puede pasar tanta amargura apenas del otro lado del San Juan?
Aquí y en todas partes, en ninguna fecha como esta duelen tanto los contrastes. El despilfarro que camina al lado de carencias. Las estadísticas de inequidad se hacen carne de diferencias sustanciales de satisfacción de vida. Atracones y fiestas separadas solo por paredes de miserias. Son épocas de música liviana que ayuda a cargar la tibieza. La negación del “otro” es necesidad esquizofrénica del olvido. Para dolor de quienes llevamos en el alma un abuelito, jamás en otro tiempo la edad de los pobres en abandono pesa tanto.
En contraste, la Navidad es universal. Pero mi corazón regresa a Nicaragua. Ahí la música comercial apenas esconde silencios amedrentados. Me han contado que las colas en establecimientos comerciales son silenciosas. Nadie comenta sus angustias. Es peligroso. ¿Cómo llevar una voz de aliento hasta El Chipote? No lo sé. Esta frustración debe acompañarnos esta Navidad, con un obispo condenado por pedirle al cristo de Palacagüina que recuerde a su patria.
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