Probablemente haya notado una situación como la siguiente. Una persona va a realizar una gestión en una institución pública o privada y se encuentra con una fila enorme.
Luego, aparece un conocido que trabaja en la entidad, lo saluda y le pregunta en qué anda. Después de enterarse del asunto, le pide la cédula y en pocos minutos le indica que la gestión está hecha. La persona regresa a la casa muy feliz de su “suerte” y lo cuenta a sus amistades.
Ocho días después, va a realizar una gestión en otra entidad, se encuentra otra vez con que hay una fila enorme. Pero en esta ocasión no tiene un conocido que le facilite el trámite. Pero ve que alguien entra y pasa directamente donde un representante de la entidad, a quien le entrega la cédula y en minutos se dan la mano y el cliente recién llegado se retira feliz.
El protagonista de esta historia deja la fila, se acerca a la ventanilla, denuncia que se benefició a una persona irrespetando el derecho que tenían los que hacían cola desde hacía largo rato y pide hablar con el encargado para presentar la queja.
¿Por qué el comportamiento varía tanto entre una situación y otra? La respuesta nos pone frente a la realidad: conciencia de derechos, pero no de deberes.
Latinobarómetro
Este fenómeno está estadísticamente comprobado por las investigaciones que lleva a cabo anualmente el Latinobarómetro para los países de América Latina. No aplicamos el fair play, pues si el asunto es beneficioso para alguien, lo aprovecha, aunque conlleve afectación de los derechos de otros.
De acuerdo con los datos del estudio, en el 2020, el 49 % de los latinoamericanos se manifestaban como “exigentes” de sus derechos y un 31 %, “conscientes de sus obligaciones y deberes”.
Costa Rica se ubica en el segundo lugar con la brecha de fair play más alta; el primero es Argentina.
En el país, el 62 % de las personas consideran que somos “exigentes de los derechos”. Con respecto a esta pregunta, ocupamos el segundo lugar de la lista junto con la República Dominicana. El primer lugar lo ostenta Uruguay, con un 67 %.
En lo que respecta a “si somos conscientes de nuestras obligaciones y deberes”, para Costa Rica, el 32 % responde que sí; y el porcentaje más alto a esta pregunta lo obtuvo Uruguay, con un 41 %. El promedio en Latinoamérica es del 31 %. Visto desde otro ángulo, un 78 % de los costarricenses no respondieron ser bastante o altamente conscientes de sus deberes y obligaciones.
A partir de estos datos, podría pensarse que se está fortaleciendo una cultura poco empática, es decir, que no nos ponemos en los zapatos de los demás, y si algo es beneficioso para una persona, lo dará por bueno y correcto.
¿Podría la gente, en aras de una interpretación subjetiva de sus derechos, olvidar sus deberes y sus responsabilidades para consigo misma? De acuerdo con el pensamiento de Nietzsche, la respuesta sería un rotundo sí.
En esta frase atribuida a él se resume la respuesta: “Usted siempre será el peor enemigo que podrá encontrar; usted mismo se espera en cuevas y bosques”.
Tomar conciencia
Veamos algunos casos de la vida real. Bajo el autorreconocimiento subjetivo de que viajar es un derecho, o divertirse, o usar las ropas o los tenis más caros, se contraen deudas, ya sean préstamos o mediante el uso de la tarjeta de crédito, lo cual lleva a un disfrute efímero del presente y un futuro comprometido para ejercer con responsabilidad nuestros derechos.
Es probable que una persona endeudada requiera un segundo o tercer trabajo para incrementar el ingreso que sus gastos demandan. Esto significa menos tiempo con la familia, un posible deterioro de la salud, disminución del ocio, etc.
De conformidad con los resultados en el 2020 del Latinobarómetro, la brecha entre ser demandantes de derechos y poco conscientes de nuestros deberes y obligaciones coloca a Costa Rica en el segundo lugar de la región (32 puntos de brecha), superados por Argentina, con una brecha de 34; mientras que el promedio para la región es 18.
Por eso, le he dado el nombre metafórico a esta situación de cultura del no fair play, pues estamos pidiendo el reconocimiento pleno de los derechos, incluso estirando conceptualmente lo que se entiende por derechos, pero no tomamos plena conciencia de las reglas del juego o las incumplimos.
Desde hace algunos años, en el mundo del deporte, veo la aplicación de la tarjeta verde a los jugadores y técnicos que reconocen situaciones que pudieron haber sido malinterpretadas o no vistas por los árbitros. Por ejemplo, en la Liga de Naciones del Voleibol, que culminó el domingo 23 de julio, noté una merma en el uso del VAR (video assistant referee), pues los mismos jugadores reconocían si hubo una infracción o no.
Debemos cerrar la brecha entre reclamar derechos y tomar conciencia de las obligaciones y deberes, de tal manera que cuando alguien evada la restricción vehicular, o agreda verbalmente a otra persona, o quiera copiar en un examen, o evadir una multa de tránsito con un soborno, no se vea como “¡guau, qué listo!”, sino como un ser inconsciente de sus deberes y obligaciones.
El autor es doctor en gobierno y políticas públicas, y docente de la UNA y la UCR.