Una parte de los costarricenses somos campeones mundiales cuando se trata de echarles la culpa a los demás por los errores que nosotros cometemos.
Este rasgo de nuestra idiosincrasia sale a relucir, en todo su esplendor, en un momento en que los casos de coronavirus volvieron a dispararse en el país.
Como si se tratara de un déjà vu, tal parece que regresamos en el tiempo, a finales del 2020, cuando el colapso era inminente en los hospitales y los servicios de salud.
De nuevo nos preocupan los reportes diarios: 10 muertes, cuando menos 1.000 contagios nuevos y la reducción de camas disponibles en cuidados intensivos.
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La velocidad de los contagios se aceleró de tal forma que es indudable que estamos sufriendo los embates de la tercera ola pandémica.
¿Qué esperábamos de los desajustes a los cuales no pocos dieron rienda suelta en Semana Santa, de las megafiestas clandestinas, de las reuniones sociales, de las mejengas?
Tal vez creímos, ilusamente, que la sorpresiva disminución de casos a inicios del 2021 era una señal de que el país del pura vida gozaba de una inmunidad especial.
Pero no es así. Estamos pagando las consecuencias de los propios pecados. Sin embargo, a la hora de señalar responsabilidades, siempre hablamos en tercera persona.
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«Es que la gente no hace caso, es que la gente es muy irresponsable», suelen decir algunos para descargar la crítica contra los otros y nunca verse en el espejo.
También comenzamos a despotricar en contra de las autoridades sanitarias, a reclamar por la lentitud de la vacunación y a vociferar por la contracción de la economía.
¿Cuál es nuestra cuota de responsabilidad? Y, todavía más allá, ¿cuál es nuestro propósito de enmienda?
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Debemos hacer un mea culpa y reaccionar ya. Los jóvenes y los adultos debemos retomar las mejores prácticas de higiene, distanciamiento y uso de mascarillas.
No solamente nos corresponde dar un buen ejemplo a los niños, sino también mantener a raya la pandemia mientras nuestros adultos mayores se vacunan y llega nuestro turno.
Es mentira que somos intocables. Muestra de ello es que entre los pacientes graves cada vez hay más personas menores de 50 años.
rmatute@nacion.com