Basura en el aire

Aunque es caro eliminar o reducir la contaminación visual causada por el amontonamiento de cables que cruzan de poste en poste las ciudades, las calles y los barrios, dar largas al remedio encarece el trabajo, debido a que la red crece al punto que un cable se enrolla con otro y otro hasta convertirse en gruesas y pesadas madejas colgantes.

Vivir entre cables afecta la calidad de vida. Refleja desorden, falta de planificación, desidia. Da la sensación de hacinamiento y provoca salir huyendo. Es un factor que contribuye al estrés. Además, es un peligro para la vida, pues se corre el riesgo de que en cualquier momento uno de los postes caiga y produzca un efecto en cadena.

Para poner el símbolo de dólares o colones a este combo, también está el impacto que causa en la desvalorización de las propiedades y el atractivo turístico.

Aunque eliminarlo es imposible, porque la solución subterránea es cuantiosa, por lo menos debería controlarse el crecimiento, fijar políticas para minimizarlo. ¿A quién no le ha pasado? Cuando usted cancela un servicio de televisión o internet, se ve obligado a ir a la oficina del operador a entregar el router, pero ¿el operador llega a retirar el cable? La basura queda, por lo general, en el aire. Y son toneladas.

Entonces, como mínimo, el Estado debe fiscalizar que las empresas de electricidad, televisión y telecomunicaciones se comprometan a desmontar los cables de su propiedad una vez finiquitado el contrato. Hubo intentos, pero lamentablemente aún no hay una ley específica para regular el desorden.

La Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel) es la llamada a actuar por tener entre sus responsabilidades ser la vigilante y reguladora de las cableras. Lo vital es que se convenza del serio problema del cableado, de la necesidad de realizar un inventario de cargas en desuso y definir formas para obligar a desmontarlo.

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El autor es jefe de Redacción.