Cientos de científicos, en decenas de institutos de investigación alrededor del mundo, tienen una meta en común: conseguir una vacuna para prevenir y medicamentos específicos para tratar el nuevo coronavirus 2019-nCoV.
En este momento hay 27 ensayos clínicos inscritos para buscar vacunas y tratamientos en las personas afectadas. Los tratamientos se dividen en nuevos medicamentos, posibles intervenciones o procedimientos y terapias para la salud mental de los afectados. De estas 27 pruebas, 24 se realizan en China.
El principal enemigo es el tiempo; los casos se continúan acumulando en China. Solo el 14% son de gravedad y la mortalidad no sobrepasa el 2% (por lo que sabemos a hoy), pero es necesaria una solución, especialmente para los grupos más vulnerables ante la enfermedad: los mayores de 60 años, personas con enfermedades respiratorias crónicas y con sistemas inmunitarios debilitados.
No obstante, tanto la vacuna como un fármaco específico deben recorrer un camino de meses o incluso más de un año para conseguir frutos.
“Deben ser probadas según eficacia, vistas en laboratorio, luego vistas en modelos animales, para luego comenzar a probarse en seres humanos y finalmente tener un producto. Es la forma de garantizarse de tener un producto de calidad. Y esto es válido tanto con las vacunas como con los tratamientos para quienes se infectan”, sentenció en conferencia de prensa Anthony Faucci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIAID, por sus siglas en inglés), uno de las organizaciones en pos de una vacuna.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció la mañana de este viernes que convoca a reunión este 11 y 12 de febrero con las principales autoridades de investigación científica del mundo para trazar lineamientos.
“Hay preguntas que necesitan respuesta, y herramientas que deben desarrollarse tan pronto como sea posible”, subrayó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
El camino a la vacuna
La Coalición de Innovaciones para la Preparación para Epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés) financia tres de las iniciativas para vacuna. Una de estas es desarrollada por la farmacéutica Inovio, otra por el laboratorio Moderna Inc. en conjunto con el NIAID y otra por la Universidad de Queensland en Australia.
La CEPI ya había trabajado anteriormente en iniciativas de vacunas contra el coronavirus MERS, que estuvo presente entre 2013 y 2015 en los países árabes (principalmente).
“Dado el rápido crecimiento del 2091-nCoV, el mundo necesita actuar rápidamente para atacar esta enfermedad. Nuestra intención es aprovechar lo que ya habíamos aprendido en el trabajo con el MERS, esto nos ayudará a tener soluciones más rápidas. No tenemos el éxito garantizado, pero esperamos que este trabajo sea un paso significativo para desarrollar esta vacuna”, dijo en un comunicado de prensa Richard Hatchett, director ejecutivo de CEPI.
Inovio y Moderna afirman que tendrán un producto listo para probarlo en animales en un mes. Moderna va más allá e indica que este producto podría estar listo para las primeras pruebas en seres humanos en tres meses. La Universidad de Queensland habla de no menos de 16 semanas (o cuatro meses) para este paso.
Moderna e Inovio están utilizando una tecnología basada en proteínas específicas de la superficie del virus. Para ello se utilizan secuencias específicas del ADN o el ARN mensajero del virus (mARN). El mARN tiene la información genética que se necesita para elaborar las proteínas y lleva esta información desde el ADN en el núcleo de la célula al citoplasma, lugar donde se elaboran las proteínas.
Este tipo de vacuna genera protección contra el virus, pero como solo contiene una proteína y esta es una parte muy pequeña del patógeno, no causaría una “reacción” como sí sucede con vacunas con virus atenuados o “dormidos”.
Por su parte, la Universidad de Queensland trabaja con proteínas en la superficie del virus, pero utilizaría una tecnología diferente para llegar a ellas.
“La vacuna haría mímica de estas proteínas para engañar al cuerpo y que este cree defensas reales contra el virus. Ya tenemos la secuencia genética y estamos trabajando en ello”, declaró a la prensa Daniel Watterson, investigador de la Universidad de Queensland.
¿Quiénes serían las personas en utilizar en primera instancia estas vacunas? Si la evolución de la enfermedad continúa como hasta hoy, los chinos serían quienes más la recibirían, dado que aún el 99% de los casos se concentran en este país asiático. De ellos, las personas con enfermedades crónicas serían los primeros en probarla, dado que son de los más vulnerables.
En pos del tratamiento
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El tener un fármaco o fármacos especialmente diseñados para esta nueva enfermedad es otro reto dada la velocidad de las nuevas infecciones.
Sin embargo, esto puede ser más difícil. Encontrar un tratamiento para un virus no es tan fácil como hacerlo digamos, para una bacteria. Los virus pueden mutar para engañar a nuestro sistema inmunitario y seguirse replicando. Por ello, hay quienes se inclinan más a pensar por un coctel de medicamentos, aunque la mayor parte de los ensayos clínicos comienzan con un solo fármaco.
Las autoridades de salud chinas dieron un paso adelante para comenzar a probar opciones.
Este jueves, el gobierno chino comenzó a enrolar participantes en un ensayo clínico de una droga llamada remdesivir, un antiviral realizado por la farmacéutica estadounidense Gilead, que anteriormente ha patentado medicamentos para VIH.
Este fármaco se administra de forma intravenosa, es experimental y aún no ha sido aprobado para ningún uso.
Se cree que es una sustancia segura, se probó como tratamiento contra el ébola, y, aunque no dio buenos resultados para tratar esta enfermedad, sí mostró generar efectos secundarios leves.
Sin embargo, los coronavirus son una familia de virus muy distinta del ébola y sí podría funcionar en ellos. Se ha probado como útil contra el 2019-nCoV en células de laboratorio. Además, estudios en ratones y monos infectados con otros coronavirus sí han logrado ser tratados positivamente con remdesivir.
No obstante los mismos científicos se mantienen cautos, el que algo funcione en laboratorio, o incluso en animales, no quiere decir que vaya a funcionar en personas.
El ensayo clínico le dará esta droga a 500 personas y un placebo a otras 500.
Mientras tanto, los pacientes son tratados según los síntomas que cada uno presenta.