Navidad y fin de Año son época de comidas tradicionales con las que fácilmente se cae en excesos: tamales, pierna de cerdo, queque navideño, rompope, dips, galletas, y bebidas alcohólicas.
El resultado para muchas personas se refleja en la báscula y, todavía peor, en descompensaciones para enfermos crónicos.
Si todos los años ocurre, en este 2020 el riesgo es mayor, pues son muchas las emociones que se conjugan debido al confinamiento y la preocupación por la pandemia de la covid-19 y sus efectos económicos.
Ahí entra la llamada “hambre emocional”, que en muchas ocasiones no coincide con el hambre física necesaria para mantenernos nutridos y nos puede “sobre nutrir”.
“Este año hay mucho dolor. Muchos han tenido pérdida de seres queridos, o pérdida de trabajo o separaciones amorosas. Tenemos más estrés. No hemos podido disfrutar con familia y amigos, y, además, hemos estado más sedentarios”, explicó Georlenny Salazar, vocera del Colegio de Profesionales en Nutrición de Costa Rica.
Y añadió: “el hambre emocional se ha agravado. A veces no tenemos realmente hambre, pero esa ansiedad, esa tristeza o soledad nos lleva a comer más. Y también está ese pensamiento de ‘este año la he pasado muy mal, me lo merezco’. Queremos compensar con comida todo lo que hemos sufrido, y todo eso puede jugar en contra de nuestra salud”.
Para la especialista a esto se añade algo más, y es el componente social. En esta época hay familias y grupos de amigos que planean sus primeras reuniones en meses y entonces buscamos agasajar a esas personas, con lo cual llenamos aún más las mesas de comida para nuestros invitados o llevamos más “bocas” o “cosas para picar” cuando nos invitan a un lugar.
“Hay demasiado dulce, demasiada grasa, demasiada cantidad, con demasiada frecuencia”, subrayó Salazar.
Esto afecta a todas las edades. Los adultos deben ser conscientes de sus emociones y mantenerse vigilantes de las de los niños.
“La pandemia nos ha despertado muchas emociones como tristeza, aburrimiento y miedo. Los padres deben velar porque sus hijos canalicen estas emociones correctamente y no a través de la comida, ya que de esta manera perjudican su salud en un momento en el que mantenerse sano es más importante que nunca”, manifestó Sharon Murillo, de la Junta Directiva del Colegio de Profesionales en Psicología.
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Consecuencias para la salud
Con los excesos, nuestra salud sufre, tanto a corto como a largo plazo.
La endocrinóloga Gabriela Muñoz explicó que con estos atracones sometemos a nuestro cuerpo a un estrés para el que no está preparado.
“Es más cantidad de comida, más pesada y hacemos menos ‘tiempo de descanso’ entre una fuerte y otra”, aseveró la especialista.
Los primeros problemas que las personas pueden sufrir son males digestivos como gastritis, colitis o reflujo. Quienes ya presentan una enfermedad crónica como hipertensión o diabetes corren mayor riesgo de descompensaciones y de afrontar crisis.
Si la persona ya tiene sobrepeso y gana unos kilos más, vendrán problemas mayores, como más riesgo de hipertensión, de diabetes, y con esto, mayores posibilidades de un infarto al miocardio o accidente cerebrovascular.
La actividad física es imprescindible, y debe ser constante; pero no pretenda excederse, porque más bien podría causar daños a su salud.
“Es que si comemos muchísimo más de lo que necesitamos, ni aunque corramos 70 kilómetros más lo vamos a compensar. Esto no es un ‘peca y reza, empata’”, recalcó en una entrevista anterior Luis Peraza, jefe del programa de deporte y recreación de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
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¿Qué hacer?
Para Salazar, lo que debemos hacer se reduce a un concepto: alimentación consciente. Ese saber escuchar a nuestro cuerpo, comer cuando tenemos hambre y no por emoción o porque “la comida se ve muy rica”, el comer despacio y dejar de comer cuando ya haya señal de saciedad.
“No es obsesionarse y contar cada grano de arroz que se coma, es saber cómo comer”, especificó la nutricionista.
¿Qué sucede si más bien por el estrés no nos da hambre? Salazar insiste en que es bueno hacer pequeñas meriendas durante el día y mantenerse comiendo cada tres horas sin saturarse.
“Si por estrés no tenés hambre llegará el momento en el que te dé más hambre y digás ‘no comí en todo el día, es justo comerme todo esto’. Y eso no funciona así, porque ahí es donde más bien pueden venir los atracones”, manifestó.
Otro secreto para no comer de más es, si estamos en una actividad social, mantenernos alejados de las mesas o de las parrillas para evitar caer en la tentación de comer o probar más.
“También es importantísimo estar hidratados. A veces decimos que tenemos hambre cuando más bien lo que tenemos es sed. Si sentimos la boca seca es porque ya estamos deshidratados. Debemos estar tomando agua constantemente durante el día”, concluyó.
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