Ahí donde lo ven, este ícono de la música nacional es un estuche de sonrisas, buen humor, mejor actitud y de un positivismo provisto por Natura y digno de envidia de la buena.
Es que hasta su forma de contestar el teléfono, con educación y una afabilidad como si conociera a su interlocutor desde toda la vida, el legendario cofundador del no menos famoso y aún vigente grupo nacional Los Hicsos emana su carisma al otro lado de la línea y dan ganas de pasar horas conversando.
A los pocos minutos se me encina la piel al escuchar el orgullo con el que cuenta que, si bien la pandemia les afectó, como a todo el mundo y en especial, al gremio artístico, ellos no dejaron de ensayar ni una semana, siempre con los cuidados extremos que les valieron salir incólumes de la covid y hoy, ya vacunados y siempre cuidándose, están preparándose con un regreso triunfal el próximo sábado 14 de agosto en un especial para el Día de las Madres en la antigua cabaña de Campo Ayala, hoy llamado Aprétese. “Está muy hermoso, totalmente remodelado con muebles nuevos y demás, ahí estaremos de 5 a 8 de la tarde y, diay, yo aprovecho para invitar a todo el que pueda asistir, según la capacidad del lugar, porque vamos a tocar como siempre, con un gran entusiasmo pero lógico también hay un gran simbolismo porque es un gran regreso”, insiste con entusiasmo.
Y sí, a pesar de que el debut del grupo ocurrió medio siglo atrás, sobrecoge y conmueve escuchar a Gerardo con aquella ilusión de debutante, hablando de cómo se preparan para volver al escenario ese día tras haber aumentado la frecuencia de sus ensayos en estas últimas semanas, e ilusionadísimos con el momento en que tomen el micrófono para saludar a la “afición”, vestidos todos muy guapos y elegantes con un saco oscuro, en lo que va a ser, tanto para ellos como para los asistentes, una especie de banderazo hacia lo que todos soñamos: volver a la vida tal como la conocimos antes de los estragos de la pandemia.
Aunque Gerardo se sale del molde en el que se encasilla al gremio de los músicos, dado que por su oficio a menudo se vuelven asiduos a la bohemia con todos los excesos que esta conlleva, es de los primeros temas que tocamos: ni por asomo se hace el santulón, simplemente tras formar una familia con Lucrecia Aguilar, siempre encontró un equilibrio en un hogar del que disfrutan a estas alturas como socios del corazón, de la solidaridad, de la vida.
Varios de los compañeros que se iniciaron con él en Los Hicsos han fallecido, pero Gerardo parece entender el ciclo de la vida y, mientras le llega la hora, sigue abocado a lograr un buen vivir sin mayores lujos pero sin el estrés que tuvo durante sus años mozos, cuando había que pagar las cuentas y sacar a sus pequeños hijos adelante.
Lejos de atarse a la nostalgia y los tiempos idos, Gerardo le saca provecho a cada etapa. Asegura que ahora disfruta mucho más los “chivos” y hasta los ensayos, pues ya no tiene la presión de antaño por mantener a sus hijos pequeños con la cantada y las extenuantes giras por todo el país.
Hoy todos son profesionales y él goza de una “pensioncita” con la que se las remienda sin que les falte el pan en la mesa y lo básico para vivir tranquilo. De hecho, afirma que aunque mucho se añora la juventud ida, él vive cada etapa y a la actual le agradece un día a día más tranquilo, pues los “chivos” que les contratan (a Los Hicsos o a él como solista), incluso una de sus especialidades en los últimos años, cantar misas, le generan tremenda satisfacción como artista y la tranquilidad de invertir lo que se gana ya sea en ahorros o en algunos gustos, pero ya no tiene el estrés económico con el que lidian la mayoría en los años mozos.
Sueños de fútbol
Eran los años 50 y el chiquillo del barrio Asís de Cartago correteaba por plazoletas y potreros detrás de una bola, pues desde entonces soñaba con ser futbolista. La vida le fue mostrando el camino y ya en su adolescencia, enamorado también de la música, se permitió pedirle a Dios que le diera talento para dedicarse lo uno y lo otro, y sabiduría para elegir.
Anécdota dorada sobre estos tiempos de infancia y adolescencia es la de que desde entonces su compañero de correrías en las plazoletas y canchas es el no menos famoso Roberto Quesada “Martina”, quien pocos años después arrancaría con Gerardo y demás colegas el proyecto Los Hicsos, en el cual se mantienen ambos hasta la actualidad.
Hoy, a punto de cumplir 75 años el próximo 28 de agosto, dice vivir agradecido de por vida no solo por sus dones para la música sino porque, de haberse convertido en futbolista, se habría tenido que retirar a lo sumo a sus 35 y quedado a la deriva, puesto que no tuvo la oportunidad de estudiar.
Pero bueno, el hubiera no existe y hoy, en el otoño de su vida, Gerardo Ramírez se muestra agradecido por haber podido construir un matrimonio que ya casi cumple el medio siglo y del cual nacieron cuatro hijos y siete nietos.
¿Son Los Hicsos el grupo más longevo del país? Gerardo cree que son el # 2, pues según recuerda, Taboga Band los antecedió.
Más allá del dato, el cantante y cofundador se percibe realmente muy entusiasmado con la oportunidad de seguir trabajando cada vez más de aquí a fin de año, según avance la apertura de medidas acordes con la seguridad que ofrecen las crecientes estadísticas de vacunación en el país.
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Eso sí, Gerardo se toma su tiempo para recordar a quienes integraron el conjunto original y “desgraciadamente ya hoy no están con nosotros, se nos adelantaron”. En este apartado cita el fallecimiento hace año y 10 meses de Carlos Navarro, uno de los cofundadores. “Para mí fue muy doloroso porque fue mi compañero durante 50 años. Imagínese la cantidad de trabajo que tuvimos, era una barbaridad, pasábamos recorriendo todo el país, Turrialba, Siquirres, Guápiles, San Carlos... bueno, todo el país, fueron grandes vivencias juntos”.
Pero pronto vuelve al aquí y el ahora y repasa a quienes siguen “puntita de pie”, como dice la canción, listos e ilusionados como él por volver a la brega.
Se trata de Roberto Quesada ‘Martina’, cantante y percusionista; Elpidio Segura ‘Pilo’, pianista; Néstor Arce, trompetista; Oscar Ortega ‘Pinocho’, baterista (quien grabó todas las canciones de Los Hicsos tradicionales que siempre escuchamos, acota Gerardo) y ya de una generación más joven Mauricio Valenciano, en el bajo.
“A mí me conmueve ver tanto cariño y amor que le tienen ellos al grupo y que a pesar de la pandemia no se han querido desligar, cosa que les agradezco muchísimo”, agrega el veterano músico.
Tiempos no tan buenos
Al hurgar en su infancia, Gerardo narra un tristísimo pasaje cuando él, de dos años y su hermano mayor, Víctor, entonces de cuatro, quedaron huérfanos de madre cuando la señora murió apenas a los 26 años, al dar a luz al que sería el tercer integrante de la prole, quien también falleció junto a su mamá.
“Éramos una familia sencilla. Yo nací a unos 300 metros del (estadio) Fello Meza de Cartago; mis papás eran muy dedicados a nosotros, que estábamos pequeñitos y en eso pasó lo del fallecimiento de mi mamá y lo cambió todo... vivimos un tiempo con mi abuela materna y ya luego nos fuimos y terminamos de crecer con la familia paterna, mi abuelita Albina Araya fue la que nos crió”, rememora Gerardo con un tenor de voz apagado.
“En esos tiempos esas cosas pasaban a veces y a nosotros nos tocó. Y sí, mi papá hizo lo que le fue posible y la familia nos apoyó, pero yo siempre crecí con un vacío. Aunque yo no la conocí a ella había un vacío ahí que no sabía identificar y así pasé años, incluso después de que me casé. Fue increíble: hasta que nació mi segundo hijo yo pude entender qué era lo que me pasaba y de ahí en adelante se me quitó esa sensación, ese vacío que me acompañó durante tantos años”.
Víctor y Gerardo también estaban muy jóvenes, aunque ya no eran niños, cuando su papá falleció también muy tempranamente, a los 53 años. Como si la muerte se confabulara con ellos, al momento de fallecer, el señor estaba por convertirse en padre de su tercera hija, pero murió antes de que ella naciera.
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A estas alturas, estos recuerdos no ensombrecen el relato, solo lo ralentizan pero pronto retomamos el ritmo con un repaso de su rutina cotidiana y entonces se entiende por qué Gerardo Ramírez está “con toda la pata”.
Resulta que cuando la moda del running no había arremetido en el país como lo hizo a partir de los años 80, ya Gerardo había descubierto la pasión por el atletismo, paralelo al fútbol, y al día de hoy, excepto que los aguaceros se lo impidan, trota o mínimo se pega sus caminatas matutinas en las cercanías de su casa, en San Rafael de Oreamuno.
--¡Con razón está enterititico!-- le digo ya entrando la conversa en un puro jolgorio y tal cual, se muere de risa y me cuenta que se cuida pero que ya el “estuche” requiere al menos cinco pastillas diarias que se toma religiosamente para paliar padecimientos propios de la edad, como la hipertensión y el colesterol alto, entre otros.
Sin embargo, él se ayuda no solo con el ejercicio, sino con un ordenado control médico.
No es para menos, pues 30 años atrás prácticamente volvió a nacer: un buen día regresaba de correr y al entrar a su casa sintió un lacerante dolor de cabeza, apenas le dio tiempo de avisarle a la esposa y ella, a su vez, a los compañeros de aquella época y de inmediato lo hospitalizaron. Un TAC descubrió que Gerardo había sufrido un aneurisma y fue operado de emergencia por el doctor Gerardo Ortega, ya pensionado pero a quien su tocayo recuerda con gigantesco agradecimiento. “Fue una cirugía muy, muy delicada, de hecho estuve un año entero en recuperación. A mí nadie me lo dijo pero pienso yo que traía algún defectillo genético, eso es como una rifa y no todo el mundo lo supera y menos como yo, que no tuve secuelas”.
Hoy, los días de uno de los cabecillas de Los Hicsos son mucho más reposados que antaño. Por cierto, cuando le pregunto por qué bautizaron así el grupo le da el crédito a su amigo y cofundador Edwin Víquez, a quien califica como un gran lector y con mucha cultura general, y quien en medio de la quebradera de cabeza para hallarle nombre al grupo, descubrió que Hicsos es un término de origen egipcio que significa “gobernantes de países montañosos”.
“Sonaba bonito, elegante, y aunque no tuviera mucho que ver con la música, de alguna manera nos gustó la comparación con el liderazgo que queríamos lograr cuando incursionamos en la música nacional de antaño”, reflexiona.
De vuelta con su rutina diaria, Gerardo se considera muy casero y, cuando no tienen ensayo, se le van sus buenos ratos del día viendo la computadora, recibiendo y enviando mensajes de gente que quiere contratar al grupo o a él como solista.
Eso sí, cuando tiene ensayos, habitualmente en la mañana y en la tarde, es misión casi imposible interrumpirle la agenda. “Ensayamos una vez por semana. En este momento tenemos todo el repertorio montado de nuevo, retomamos el ritmo que traíamos antes de la pandemia y somos capaces de tocar un set completo de tres horas como lo hacíamos antes”, dice con gran ilusión.
El set incluye las canciones de Los Hicsos desde las primeras grabaciones en los años 70, encabezados por emblemas como Violencia, pasando por otros varios éxitos y, por supuesto “todos los merenguitos de nosotros”, agrega.
Pregunta obligada: ¿Cómo hizo Gerardo para que no lo consumiera la bohemia inherente a un trabajo como el de un cantante que además, pasaba la mayor parte de su tiempo de gira por todo el país?
-- En lo personal yo he tratado de ser ordenado y en su mayoría en el grupo éramos así. Por ahí uno que otro tuvo sus momentos pero siempre al final todo el mundo hacía consciencia y ya se empezaban a portar bien. Ahorita muy de vez en cuando me tomo una cervecilla o así, lo que llaman bebedor social pero eso sí, en la casa. Nunca he sido de andar metido en bares ni nada de eso, nunca me ha gustado, la verdad es que qué bonito estar uno bien portado.
Sobre las condiciones vocales a su edad, Gerardo dice sentirse muy orgulloso porque, a pesar de que habitualmente a los 60 años la voz de los cantantes empieza a “flaquear”, él se cuida y religiosamente realiza ejercicios vocales que lo ayudan a conservar la lozanía de su voz.
--¿Hasta cuándo piensa seguir frente al escenario o asido a un micrófono?
-- (Risas) Este es un oficio soñado... yo digo que hasta que Dios quiera. No me veo retirándome todavía, más que ahora disfruto más que antes, ya no tengo la presión de que si llegaba a uno a un salón y que si no llegaba gente ¿nos irían a pagar o no?... En cambio, ahora es cuando disfruto más; la música es sublimar el espíritu. Como te digo, como no estudié le pedí a Dios que me ayudara a triunfar como jugador de fútbol o cantante ¡y ve donde estoy aquí, todavía!