En el universo cinematográfico del crimen, los asesinatos y la corrupción, usualmente encontramos como protagonistas a psicópatas, enfermos sexuales, esquizofrénicos y hasta seres bipolares, pero, ¿uno con síndrome de Tourette?, al menos no lo recuerdo.
En Huérfanos de Brooklyn (Motherless Brooklyn, 2019) –cinta que se estrenó este fin de semana en los cines ticos–, este trastorno neurológico se roba la atención al ser padecido por Lionel Essrog (Edward Norton), un solitario detective que se obsesiona con el asesinato de un gran amigo suyo: Frank Minna (Bruce Willis), que no solo fue su mentor sino la persona que según él “le enseñó a usar su cabeza”.
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Minna es como su padre, y aunque muchas veces Lionel fue rechazado por sus comportamientos “inapropiados”, ahora se siente empoderado para sacar la garra y vengar su muerte.
Para Norton, Lionel siempre fue “un don nadie”, que en medio de las circunstancias tendrá su despertar.
El síndrome de Tourette, por definición, se caracteriza porque el que la padece tiene múltiples tics físicos y vocales y a menudo está asociada con la exclamación de palabras obscenas y comentarios socialmente inapropiados. Lionel cumple con todo, pero eso no lo hace inválido. Con sus singulares condiciones, Essrog enfrentará un camino peligroso, donde se topará con matones y el hombre más peligroso de Nueva York: Moses Randolph (Alec Baldwin).
Según describió la revista Vice, Moses es “un funcionario no electo con más poder que el alcalde y el gobernador combinados. Dirige Nueva York como un maestro de marionetas y es la representación de Robert Moses, un autócrata de la vida real que gobernó la Gran Manzana a mediados del siglo XX”.
En resumen, nada bueno puede salir de este oscuro personaje. Secretos ocultos, extorsiones y una bola de corrupción en los Estados Unidos de los años 50, terminarán destapándose en las narices de Lionel.
Será su mente obsesiva y las revelaciones de un vagabundo misterioso llamado Paul (Willem Dafoe), sus únicos dos motores, pues para empezar su investigación solo un tiene un puñado de insignificantes pistas.
Complejo entramado
Huerfános de Brooklyn es una adaptación de una novela homónima publicada en 1999, por Jonathan Lethem. Él mismo escritor fue quien adaptó su texto al cine para darle la oportunidad a Edward Norton de debutar en el cine como director, pero también de robarse el show con una actuación difícil y muy poco convencional.
“Por mucho tiempo no pude dormir”, dijo Norton al ser consultado sobre su doble papel en la cinta.
Pero Norton perdió el sueño no solo por los esfuerzos que tuvo que hacer para representar a un hombre con síndrome de Tourette –sin caer en prejuicios–, sino también por la maraña de situaciones que tuvo que cuadrar para que la película tuviera el mínimo de coherencia.
Es que en la cinta, el juego criminal que teje Moses es tan macabro y complejo que la confusión es lo que reina, tanto para el corajudo Lionel como para el espectador.
“Para cuando la cinta termine, es posible que no entiendas cada giro narrativo que tomó, o cómo cada pista que Norton te dejó encaja. Es posible que no comprendas por completo lo que Lionel descubrió, o el horror total de lo que Randolph y sus asociados han forjado en Nueva York. Huerfános de Brooklyn no es una lección de historia fácilmente digerible sobre exactamente lo que Robert Moses le hizo a la ciudad en el siglo XX, y para Norton, así es como debería ser”, advirtió Vice.
Norton considera que toda inquietud que resulte del final se convertirá en “una sana provocación de interés", tanto para los que ya vieron el filme como para los que sentirán curiosidad de verla. Si usted es uno de ellos, tome en cuenta que Huérfanos de Brooklyn se exhibe en todos los cines del país.