Si ustedes van a ver la película El contador (2016), dirigida con arte de rompecabezas por Gavin O’Connor, lo primero que sentirán es algo que ya me canso de repetir: Ben Affleck, en general, no es buen actor: pareciera que siempre anda de serio, pero con una risotada reprimida atrás de sus dientes.
El colmo de Affleck es que ni siquiera con la máscara de Batman logra actuar bien. Peor lo vemos en el filme El contador , donde debe encarnar sin disfraz a un tipo semejante a Batman. El de ahora es un personaje con asperger, autismo funcional.
Salvado ese gran pecado, del que se resiente y nunca se redime la película, sí hemos de aceptar que estamos ante un filme interesante y capaz de entretener bien, aunque, al principio, se complica en la mostración de personajes: lo hace poco a poco, como si fuera un corte de capas de cebolla.
Al comienzo, la propia película nos distrae con su dispersión: no solo los personajes, sino también las situaciones se presentan por cortes sin enlaces (trabajo del montaje), o sea, salta de una a otra como si no tuvieran relación.
Sin embargo, cuando ese rompecabezas se nos empieza a unificar, cuando las relaciones de causa y efecto comienzan a ser más claras, cuando se nos esclarece el estilo narrativo del guion, cuando la película nos permite percibir las relaciones de las distintas piezas del acertijo visual, el bombillo se nos enciende con claridad.
En ese momento se nos aclara lo interesante del juego narrativo, dentro de su arte de novela policial. Unificado el “puzzle”, o sea, aclarada la charada inicial, el filme suelta su texto dentro de un buen estilo investigativo, donde su héroe tiene –más bien– la pinta de un antihéroe.
Su personaje es un sujeto con barreras de personalidad que le confieren, por paradoja, el carácter de genio de los números. Él es contador y se llama Christian Wolff, quien pone su talento al servicio de mafias y criminales.
Este contador también pone su información al servicio de la ley. Camina por la cuerda floja con su autismo presente. Él establece su propia ética, mientras nosotros conocemos de su vida por medio de inevitables retrospecciones (“flash-backs”). Estas alimentan bien el carácter de rompecabezas que le hemos señalado al relato.
Como ven, el personaje de Christian Wolff calza dentro de los tonos narrativos de El contador . Podríamos hablar de una contradicción en esto: personaje bien diseñado, pero boicoteado por la pésima actuación de Ben Affleck. Pese a ese boicot, el filme crece en emociones y en inteligencia argumental, en interés y en emociones.
Las escenas de acción son justas y el buen humor aparece como tejido en pespunte (aquí es valiosa la actuación de Anna Kendrick). En fin, estamos ante un cine de acción con buenos resultados desde lo específico de su tema y trama, que vale la pena ver porque no defrauda. Ahí les queda.