Madrid. El experimentado actor chileno Alfredo Castro guarda vívidos recuerdos del golpe de Estado de Augusto Pinochet, que resultó en el derrocamiento y la muerte de Salvador Allende hace exactamente medio siglo. En la actualidad, se adentra en el mundo de ambos hombres a través de dos producciones que están siendo lanzadas.
Castro interpreta el papel del presidente Allende en la serie televisiva “Los Mil Días de Allende”, que se estrena este jueves en la cadena chilena TVN. Además, asume el rol de Miguel Krassnoff, uno de los torturadores del régimen, en la película “El Conde”, dirigida por el cineasta chileno Pablo Larraín, la cual compite en el Festival de Cine de Venecia.
Aquel fatídico 11 de setiembre de 1973, en el que Salvador Allende (1908-1973) pereció en el asedio y bombardeo del Palacio de la Moneda, cambió de manera “radical” la vida de Castro, quien tenía apenas 14 años en ese momento. Así lo expresó en una entrevista concedida a esta agencia en Madrid.
El intérprete solía ser un escolar que, con artimañas, evitaba ir a la escuela, pero al despertar al día siguiente, se encontró en un país donde la tortura y el asesinato eran moneda corriente, con el estadio nacional abarrotado de prisioneros, lo que le impedía salir de su hogar.
En ese día oscuro, su padre, un médico masón y socialista, se encontraba secuestrado en un hospital, aunque finalmente fue liberado gracias a la intervención de un colega de tendencias políticas opuestas.
“El Conde” es una película en blanco y negro con un aire gótico, en la que Pinochet (1915-2006) adopta la figura de un vampiro con vida eterna. Según el actor, esta elección estilística se debe a que los dictadores “perduran y se reencarnan” políticamente, por lo que el blanco y negro y el vampirismo son la forma adecuada de representarlos.
Para encarnar a alguien como Krassnoff, uno de los individuos más brutales del régimen, Castro empleó su método de “crear un tercer cuerpo” entre él y el personaje, lo que le permitió asimilar la crueldad y maldad del personaje y defenderla a capa y espada.
Este enfoque se basó en un argumento que encontró en la autobiografía de Krassnoff, quien alegaba que fue “educado por el Estado de Chile para torturar y matar”, argumentando que, en consecuencia, no debía ser él quien enfrentara cargos, sino el propio Estado de Chile.
La serie “Los Mil Días de Allende”, relata Castro, presta atención tanto a la vida privada como a la pública del presidente socialista, quien fue elegido en 1970 y derrocado y asesinado tres años después.
El actor trabajó intensamente con testimonios provenientes del círculo familiar y profesional de Allende. Además, recurrió a grabaciones de sus discursos para recrear el estilo oratorio del mandatario, llegando a repetir sus discursos “palabra por palabra, pausa por pausa”.
“Allende era un consumado actor”, destacó Castro, haciendo hincapié en que el presidente poseía un notable sentido del espectáculo, manejando con maestría las cámaras, los micrófonos y el aplauso del público, en un estilo que él relaciona con el teatro de la época.
El actor no teme que al abordar la historia desde la perspectiva de la ficción se distorsione la realidad. Por el contrario, considera que la ficción puede ser una herramienta valiosa para que las nuevas generaciones comprendan momentos históricos. Enfatiza que la serie sobre Allende se produjo bajo la supervisión rigurosa de abogados e historiadores.