Tuvo cuatro hijos. Odalisca Breedy cuenta que aún guarda los dibujos en que cada uno de ellos la retrató. En ellos hay un motivo recurrente: en todos está buceando. “Me ponen con un tiburón gigante o con una mantarraya, y se dibujan ellos al lado, con un tanque de buceo. Eso fue bueno, mis hijos siempre entendieron el asunto”, relata la mujer que fue reconocida como la científica del año 2014.
Breedy es taxónoma, es decir, observa, identifica y agrupa a diferentes especies. Lleva 14 años estudiando los octocorales del Pacífico Oriental, una subclase de corales que también han sido estudiandos en el Caribe y el Océano Índico. Hasta la fecha ha descrito 31 nuevas especies, un género y una familia.
Sus trabajos los realiza en el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar), el Centro de Investigación en Estructuras Microscópicas (Ciemic) y la Escuela de Biología. Todas ellas son instituciones de la Universidad de Costa Rica. Además, ha laborado con el Instituto Smithsonian de Estudios Tropicales de Panamá. Sobre su trabajo y la relación de las mujeres con la ciencia en Costa Rica habló con Perfil ante un enorme microscopio, una de sus "oficinas" del Ciemic.
Después de terminar su licenciatura, Odalisca dejó las aulas por una década para dedicarse a cuidar a sus hijos. No obstante, una fascinación por el mar la hizo volver para dedicarse por completo a la ciencia.
−¿Por qué estudió biología?
−Yo soy de Limón, me crié allá y estaba muy cerca del mar. Casi todos los días salía de la escuela y me iba para la playa. En aquel tiempo era muy seguro, los chiquillos íbamos solos al mar.
También recuerdo que me gustaba una serie de televisión que se llamaba El investigador submarino, era un detective que investigaba crímenes en el agua. Era de Lloyd Bridges, quien era buzo. A mí me encantaba, yo la veía y me decía ‘voy a ser una investigadora submarina y eso soy, pero con animales.
−¿Cómo se pueden describir los octocorales?
−Son organismo coloniales que forman estructuras con variadas formas, como plantas, árboles, abanicos, etc. Son formadas por un animal microscópico, un pólipo, que tiene ocho tentáculos y se aloja en cada uno de los agujeros del coral.
−¿Cómo empezó a estudiar esta especie?
−Yo había estudiado microcrustáceos cuando hice mi licenciatura. Luego me fui de la U y cuando volví a hacer mi maestría quise trabajar con ellos. Hablé con un profesor y me dijo que empezara a trabajar con las especias asociadas a las que había estudiado. Un día le pregunté por una especie de coral y me dijo que no sabía ya que ese grupo no se había estudiado mucho.
Empecé a ver que era difícil llegarles, no era fácil saber que estaba descrito y que no. Tuve la oportunidad de ir a Washington, Estados Unidos, a hablar con un maestro en la matería. Llevé los bichos para que me ayudara a identificarlos y me dijo que nadie los conocía: ‘nadie ha estudiado esta fauna, esto se describió en 1840 y después nadie lo tocó’.
Yo estudio y comparo los especímenes con literatura del siglo XIX. Si ahora alguien fuera a trabajar con los géneros que yo he revisado, es muy fácil porque tiene mis trabajos, que son muy detallados. Me fui metiendo en ese mundo y me quedé allí, nunca llegué a los crustáceos.
−¿Qué papel juega la taxonomía actualmente?
−A nivel mundial existimos cinco taxónomos alpha que describimos la morfología del organismo, con todas sus características externas e internas. Nosotros hacemos asociaciones con taxónomos moleculares y sistemáticos para que complementen el trabajo.
”Ahora hay un interés grandísimo en los que se llama bioprospección, que es buscar elementos para farmacología, medicina, cosmetología en los organismos marinos. Por ejemplo, los octocorales son especiales por eso, algunos han dado sustancias para la malaria, se investigan medicamentos contra el cáncer. Y bueno, si van a trabajar con ellos lo mínimo que deben saber es qué es el bicho.
−Últimamente, el interés se ha enfocado en áreas de la ciencia como la genética o la ingeniería aeroespacial ¿Qué opina que el premio a la Científica Destacada del 2014 lo reciba una mujer que se ha dedicado a la taxonomía?
−La taxonomía siempre ha sido la cenicienta, algunos no la consideran una ciencia. Sin embargo, lo es, porque se sigue un método científico y tiene que fundamentarse en muchas investigaciones.
”Para mí es un honor pero también pienso que es un reconocimiento a este tipo de estudio. El país reconoce el valor de los estudios de biodiversidad. Lo que yo hago es ver especies, qué hay, cuál es el patrimonio que tenemos.
−¿Cuánto falta en esta materia en Costa Rica?
−En esta área falta mucho, realmente yo estoy haciendo los ladrillos. Debe venir alguien a poner las paredes. Hago el conocimiento básico: qué hay, dónde está. Es necesario estudiar la ecología: ¿cuál es la importancia de estos organismos en su ambiente? ¿Cómo se reproducen?
No creo que me de tiempo de hacer todo lo que hay porque, entre más exploro, más cosas encuentro. Grupos que no habíamos visto nunca me los estoy encontrando en la Isla del Coco a 400 metros de profundidad.
Este país es súper diverso sobretodo en la parte marina. Pero casi no lo conocemos y, con el cambio climático, si no lo hacemos ahora habrá cosas que se van a extinguir.
−Al terminar la universidad ya tenía dos hijos y decidió dedicarse a la crianza. ¿Qué la hizo regresar?
−Pude cuidarlos porque tenía ayuda, tenía empleada, no tenía que trabajar, no estaba obligada a mantener la casa. Eso fue una ventaja y un privilegio porque no todas las mujeres pueden quedarse con los hijos en la casa. El papá de mis hijos estaba creciendo en su trabajo y había mucho estrés en su carrera. Alguien debía encargarse de los hijos y pensé que para mí era más fácil. Los hijos, creo, son siempre de la mamá. Luego, tuve otros dos más.
Realmente, no pensaba volver. Me decía: ‘ya estudié lo que quería y voy a hacer que esto, la maternidad y el matrimonio, funcione’. Sin embargo, siempre le queda a uno la inquietud de lo que dejó.
Me seguía viendo con mis amigas de la U y una de ellas me dijo, ‘¿Por qué dejaste tirados a los animales, por qué no vas a museo y los catalogás (las especies que trabajó durante su licenciatura)? Así que regresé al Museo de Zoología y cuando empecé a ordenarlas recordé que aquello era lo que me gustaba.
Esa misma amiga fue quien habló con los profesores para decirles que regresaría para cursar una maestría. Muchos, habían sido sus antiguos compañeros durante los primeros años de estudio. La científica cree que, aunado a sus deseos de volver, se alinearon factores económicos.
−¿Ha cambiado la manera en la que se ve la mujer científica en Costa Rica?
−Siento que para las mujeres ahora es más fácil. La ciencia estaba en manos de los hombres. Ese cuento de ‘los hombres son los médicos y las mujeres las enfermeras’. En la ciencia, era igual. Las científicas que se destacaban, todo el mundo les serruchaba el piso.
”Ahora somos más respetadas, las científicas se conocen más. No obstante, este premio es para mujeres científicas, no para científicos en general. Pero si no existieran nunca resaltarían el trabajo de una mujer. Cuando lleguen los candidatos siempre habrá machismo. Los hombres tienen más oportunidad para hacer ciencia. Nosotras tenemos que criar hijos y, las mujeres sin hijos, pueden ser cuidadoras.
Es mentira que estamos en igualdad de condiciones. Además, en muchos países del mundo los salarios tampoco son equitativos. Hay muchos artículos donde las mujeres reclaman que están en posiciones altas y no ganan igual que los hombres.