Un niño de ocho años, y que lleva en su mano derecha una pedazo de pizza, corre en medio de un pasillo que comunica la Iglesia de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en Hatillo centro. Parece ansioso y quienes lo ven pasar le piden que se lo tome con calma, que hay suficiente espacio para todos.
Sin embargo, el pequeño Luis González está decidido a sentarse en la primera fila de sillas que se colocaron en el lugar. Acompañado de su mamá, María López, logra su propósito y en los minutos previos de espera, aprovecha para comer y tomarse un té frío. Él tan solo quería presenciar el "show de risas”
Luis, al igual que las otras casi 100 personas que se encuentran en el salón, y cuyas edades oscilan entre los 4 y 70 años, llegaron el sábado 23 de febrero para celebrar los 52 años de la Pastoral Juvenil de Hatillo. Ahí, el humor sería el protagonista.
“Quiero comenzar esto contándoles cómo dejé de ser ateo. Porque les confieso, yo era de esas personas que decía: ‘soy ateo... gracias a Dios’. Porque, dejémonos de varas, hay muchas personas que no creen en nada, pero terminan hablando de Dios de forma indirecta”. Las risas del público fueron inmediatas y así se estrenó ante aquella entusiasta concurrencia el presentador de televisión Beto Monge, quien realizaría un monólogo durante 45 minutos.
Juntos y revueltos
Monge, conductor del programa Detrás del muro, del canal 48 TV San José, y quien en el 2018 decidió sumarse en algunas presentaciones de la agrupación de comedia Hechos un Puño, hace muchos años aceptó que su vida sería la mejor materia prima para “dar testimonio” en todo espacio que le fuera posible. Es así como en los últimos 19 años ha visitado desde escuelas hasta cárceles, haciendo que la risa sea la llave maestra para abrir puertas.
A lo largo de su rutina en Hatillo, el también músico habló de situaciones que vivió cuando apenas está uniéndose a la iglesia católica e iniciando en los servicios que se realizan en ella. Él está consciente que su monólogo tiene que ajustarse al público que tenga enfrente, pero considera que lo importante es entender que todos somos iguales y que, usualmente, pasamos por los mismos momentos incómodos.
“¿Saben qué es lo que tienen en común todos los baños de las iglesias: que nunca tienen papel sanitario. ¿Cierto o no? Si tienes la suerte de que haya, el servicio está taqueado. ¿Por qué, Dios?”, preguntó Monge. Ante esto, una adulta mayor ubicada en la tercera fila estalló en risa y le aseguró a la amiga que tenía a su lado que era cierto. Con toda una vida de ir a misa, la señora dio testimonio de que efectivamente todos los católicos han pasado por aquella experiencia.
Para Monge, quien recordó que fue llamado “a servir en la religión católica luego de ser un anarquista y haber consumido droga y licor durante varios años”, sus rutinas son el resultado de lo vivido en sus 38 años, por lo que resultaría “imposible” no reírse de ellas. A esto se suma también el hecho de que desde que era un niño siempre tuvo la “facilidad de la palabra” y que intenta fortalecer cada vez que tiene oportunidad.
“Lo que queríamos era compartir nuestras vivencias de una forma cómica, como se puede hacer con el stand up comedy. La idea es que las personas vieran de otra forma el servicio, que el ambiente se sienta diferente, no solo para los creyentes, sino también los que sí lo son. El reto de lograr un espectáculo balanceado, que se ajuste a ambas visiones, es nuestra razón de ser”, expresó el conductor.
Dejar de lado conceptos que, algunos, relacionan con fe católica como “aburrida” o “distante” se convirtió en el principal norte a seguir. Sin menospreciar aspectos importantes como la doctrina o la catequesis, él en lo personal ha descubierto que para que el mensaje realmente se quede en la persona que lo recibe, es necesario darlo sin ningún tipo de máscara.
En su propósito de cumplir con esto, Monge comparte con el público el inicio de su camino dentro de esta religión. Recuerda algunas anécdotas, entre ellas la de la primera vez que asistió a una actividad en la que le dieron alimentos a los indigentes o cuando viajó a Guanacaste con un amigo para hablarle a los jóvenes de su relación con Dios.
“La primera vez que entré a una iglesia, la persona que me recibió me dijo: ‘bienvenido, hermano’. Inmediatamente me pregunté: ¿Mi papá tenía otro hijo? ¿En qué momento? ¿Cómo se lo diré a mi mamá? Luego entendí que así nos llamamos entre los que practicamos esta religión. ¡Qué salvada! Se imagina que no hubiese sido así".
Más allá de las risas
Tan solo una hora después, tres hombre afinaban los últimos detalles para iniciar con su espectáculo. Completamente vestidos de negro (a excepción de sus tirantes color blanco), estos caballeros anunciaban acompañados de su guitarras, armónica y teclado que era el momento de dar paso a su “humor reflexivo”. En la hora que duró su show, hicieron que el público se levantara de sus asistentes para bailar, cantar y hasta actuar.
Christian Sibaja se unió a Óscar Flores y Christian Ramírez en el 2012, para llevar la palabra de Dios, tanto dentro como fuera de Costa Rica, pero de una forma distinta: la risa como camino al análisis. Así surgió la agrupación de comedia Hechos un Puño. Cuando se les pregunta las razones del nombre, la respuesta les resulta sencilla.
“Solo basta con vernos llegar a un lugar y darse cuenta de la forma en la que salimos del vehículo para hacer la presentación. Es así como lo entienden (ríe). Sin embargo, la escogencia del nombre viene en realidad viene por el libro de los Hechos de los Apóstoles, que decía que viéramos cómo todos nos queremos, cómo nos amamos y todo lo compartimos. Al dialecto tico, puede decirse que estamos hechos un puño, que estamos unidos”, resume Sibaja.
Desde entonces querían que el proyecto que les permitiera acercarse “a los alejados (que nunca han llegado) y los lejanos (que creen pero no asisten con regularidad)" y que se unieran a la iglesia, por lo que tras investigar un poco se decidió que la fórmula que utilizarían estaría inspirada en el cantautor y humorista argentino Carlos Seoane, además del estilo de la agrupación Les Luthiers.
A lo largo de los años han aprendido que en la diversidad radican los gustos, por lo que en sus presentaciones combinan distintos géneros musicales, que van desde el pop hasta el reggae, mientras que invitan al público a unirseles en la recreación de situaciones cotidianas para la reflexión.
Y es que esa unión es más que palpable a lo largo de su presentación. Los artistas son capaces de construir una enorme complicidad con el público, mismo que no teme abrazar al “extraño” que tiene a su lado o mirarlo directamente a los ojos durante más de un minuto, todo si ellos se lo piden. Allí la edad o creencia religiosa no se vuelve una limitante y, al contrario, es un punto de encuentro para todos.
El grupo, del cual también forman parte Alejandro Fernández y Horacio Porras, echa mano a canciones como El Padre Nuestro de la Alegría, No lloraré y El árbol de la montaña para hacer llegar su mensaje sobre cómo la vida de Jesús siempre está relacionada con sus fieles. Para ellos, la risa es como un amortiguador de un carro que, aunque no evita que se caiga en un hueco, al menos puede hacer más placentero el camino.
“La verdad es que sí, para algunos puede resultar un poco trillado, y hasta cliché, pero es cierto. Cada vez resulta más retador lograr que las personas no vean a la religión católica como algo aburrido o distante, por lo que con esta misión lo que buscamos es que las personas le den una oportunidad, por medio de algo que nos une a todos los latinos: el humor”, explicó Sibaja.
Desde su punto de vista, sin importar la religión que se profese, todos los seres humanos tenemos una búsqueda en común: la felicidad. Es por ello que, por medio de los tres monólogos que tienen montados hasta el momento: Líbranos del mal... Humor, Hemos visto tu estrella y Humoración, logran que las personas se identifiquen con situaciones comunes, ya que el público también interactúa sobre el escenario.
Todos coincide en que su labor va más allá de ser discípulos de la religión católica, y que todo se trata de crear espacios para unirse por encima de las posibles diferencias. Al final, si existe algo a lo que una persona nunca debería negarse en esta vida es una buena carcajada.