Celebramos que en la Copa Mundial Rusia 2018 la Sele, “el equipo de todos”, no quedó en el último lugar. ¡Nos salvamos de no hacer el ridículo ocupando la posición número 32! Toda una proeza deportiva formar parte del grupo de los menos malos; a la hora en que escribí esta columna ayer, Costa Rica se encontraba en la honrosa casilla 28 (por encima de Egipto, Polonia, Túnez y Panamá).
También que en poco más de 270 minutos de acción dejamos clara evidencia de nuestra vocación y poderío ofensivo, pues logramos anotar dos goles, un promedio de 0,66 anotaciones por juego. Claro, en los dos primeros encuentros, contra Serbia y Brasil, nos fuimos en blanco, pero la poderosa Suiza pagó los platos rotos.
En tercer lugar, confirmar, a pesar de los pronósticos malintencionados de los mezquinos y envidiosos de siempre, que Johan Venegas merecía con creces estar presente en esta cita mundialista. ¿Que cuántos balones anidó en el fondo del marco? ¡Por Dios, no nos pongamos en pequeñeces! En todo caso, este fino “matador” lució más que el holandés Arjen Robben, que el italiano Andrea Belotti o el sueco Zlatan Ibrahimovic; ¡los superó por mucho!
Además, que aprovechamos en serio esta oportunidad de oro para empezar a preparar el tan necesario relevo generacional de integrantes de la escuadra costarricense. Con la visión de largo plazo que nos caracteriza, nos atrevimos a convocar una buena cantidad de jóvenes talentosos que sin duda alguna sumaron experiencia de cara a la próxima eliminatoria para el Mundial Catar 2022. Le demostramos al mundo que somos fieles creyentes y defensores de los procesos de formación y enemigos de las argollas o amiguismos.
Otra razón para celebrar: el hecho de que aunque hicimos un gran papel en la ejemplar y envidiable democracia que lidera Vladimir Putin, no superamos la proeza de Brasil 2014 ni llegamos a la final del torneo por ateos y herejes. Sí, por no mencionar a Dios el 1.° de junio anterior, día en que el presidente de la República juramentó a la Sele. Que nos sirva de lección.
Sexto motivo: la madurez demostrada por algunos jugadores y el cuerpo técnico para admitir errores en el planteamiento estratégico y enfrentar los necios cuestionamientos hechos a los ronaldos ticos y los messis pura vida.
¡A celebrar, carajo!