La única manera de hacer un sueño realidad es trabajar incansablemente, superar obstáculos, perseguirlo sin parar hasta cualquier parte del mundo y sacrificarse.
Así piensa el yudoca Ian Ignacio Sancho, quien a lo largo de 23 años construyó el camino que le permitió finalmente obtener su añorado boleto a unos Juegos Olímpicos.
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El anhelo de este deportista oriundo de Alajuela no era solo suyo, sino que lo compartía con una familia entera en la que los padres y los cuatro hijos son apasionados por esta disciplina y lo practican o lo practicaron en algún momento de sus vidas.
Ignacio empezó a sus cinco años y hoy en día, a sus 28, no deja de sorprenderse por todo lo que consiguió, en especial por estar a las puertas de debutar en las justas de Tokio.
Claro, para llegar hasta donde está, le fue necesario alejarse de sus seres queridos, viajar miles de kilómetros, ajustarse a una nueva cultura y aprender luchando con los mejores.
Todo esto sumado a una tenacidad y una dedicación inagotable a un deporte que asegura amar y que le permitió trasladarse desde hace cuatro años a la cuna de esta disciplina, precisamente a Shibuya, Japón, donde estudia, entrena y espera vivir como mínimo por dos años y medio más.
“Mi día a día los últimos cuatro años es levantarme, ir a entrenar en la mañana, luego irme a estudiar, entrenar en la noche y volver a la residencia en Japón.
“Esto lo repito de lunes a sábado, esta es mi vida en Japón. Vivir en este país es bastante exigente y más cuando se estudia y se entrena. Tengo la dicha de estudiar en la universidad de Tokai, que su programa se adapta a la vida de los deportistas y son flexibles cuando se debe, porque tienen claro que aparte de estudiar, somos atletas.
”Este tipo de programas se deben implementar en Costa Rica, para llegar a otro nivel”, contó en entrevista con este medio.
Si bien no ha padecido del típico mal de patria, las 15 horas de diferencia que hay con el país asiático y el choque de costumbres le costaron mucho al inicio.
Ni qué decir del idioma y más cuando se cursa una carrera universitaria, aunque hoy en día se comunica a la perfección y pese a ser un visitante más en los Olímpicos, se siente como local.
“Me gustaría tener a la familia y los amigos cerca, especialmente los fines de semana cuando tengo el día libre. Igualmente, es algo que disfruto mucho, es una aventura en la que he aprendido muchísimo.
“El primer año fue difícil y doloroso. Fue de muchísima carga física y académica, porque estudiar un idioma tan diferente y entrenar con atletas de este nivel en una universidad que es reconocida por tener un equipo de yudo muy fuerte, de donde han salido muchos campeones olímpicos y mundiales. Esto da una idea de lo fuertes que son y lo que entrenan todos los días”, manifestó.
Para entender aún más los obstáculos que sorteó este yudoca, le narró a La Nación que al graduarse del colegio optó por estudiar inglés y entrenar hasta que le abrieran una puerta en el extranjero.
Justo cuando se abrieron las puertas en la cuna del deporte que ama, no lo pensó dos veces y dejó todo atrás.
En Japón pasó año y medio aprendiendo el idioma hasta que finalmente ingresó a la universidad de Tokai, donde cursa educación física.
Familia dedicada al yudo
El yudo ha estado presente en todo momento en la vida de Ignacio Sancho, su familia respira y vibra por este deporte, al punto que todos lo practicaron y su padre, Andrés Sancho, fue su entrenador desde que empezó a los cinco años, hasta que se marchó a Japón.
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Incluso, su hermano Julián es quien lo acompaña y asiste hoy en día en Tokio, para los Juegos Olímpicos y también es un representante de Costa Rica en esta disciplina, tras años de preparación en Brasil. Además, Sebastián, su otro hermano, es otro exponente tico de este deporte.
Eso sí, Ignacio recuerda que nunca lo presionaron para que se dedicara a esto, por el contrario, fue él quien tomó la decisión a los 11 años.
“Todos en mi familia han practicado yudo alguna vez en su vida, actualmente solo mi mamá y mi hermano Fabían no lo hacen, pero sí lo practicaron en su momento.
“Vivir en una familia de yudocas es bonito, porque tenemos eso en común, pero también es difícil y hay momentos que cuestan, porque choca lo deportivo-profesional, con la familia. En el camino hemos tenido que aprender muchísimo para llevar esos dos roles”, indicó.
Además, contó que: “gracias al yudo siempre estábamos más tranquilos en casa en nuestra infancia.
“Eso sí, nosotros éramos la típica familia que estaba 24/7 con el deporte y algunas veces hasta teníamos y tenemos que obligarnos a hablar de otra cosa y sacar el tema de la familia...
“Cuando se dio la clasificación toda mi familia estaba muy contenta, ellos me han apoyado toda la vida para estar donde estoy. Este era un sueño de la familia, es algo que trabajamos juntos y que queríamos todos”.
El yudoca recalcó el papel de su padre en su formación y la importancia que tuvo el que don Andrés supo llevar el rol de entrenador-papá.
Sus otras pasiones
Ignacio creció, se formó y vive del yudo. Ni él ni nadie dudan de que es y será su gran pasión, pero a lo largo de sus 28 años también se vio tentado por otros deportes que le llamaron la atención.
El fútbol fue uno de ellos, como es lógico en un país donde se practica tanto. Eso sí, uno de los que más le gustaban y en la actualidad hasta le gustaría practicar es la gimnasia.
“No recuerdo si era bueno o malo en gimnasia, pero sí recuerdo que lo disfrutaba bastante y actualmente es uno de los deportes que más me gusta y me llama la atención.
“La natación no era lo mío, no la pasaba bien en la piscina, mientras que el fútbol me gustaba mucho, pero los entrenamientos eran los sábados en la mañana y chocaba con yudo, así que me tocó decidir con cuál me quedaba y no lo dudé”, comentó.
Contrario a los que muchos pensarían, Sancho recalca que no ha tendido que luchar contra la disciplina que exige el deporte por el que se inclinó. Para él, esto es lo normal y disfruta al máximo lo que hace.
Si bien, en una etapa de su carrera titubeó sobre seguir o dejar el yudo, fue más por las lesiones que lo afectaron y no por sentirse saturado o cansado.
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“Siempre he tenido claro lo que he querido y por lo mismo la disciplina de mi deporte no ha sido tan forzada.
“Sí hubo momentos difíciles, más que todo en el colegio, cuando me hubiera gustado compartir más con mis amigos y compañeros.
“De igual forma, la disciplina fue llevadera, porque voy tras lo que quiero y entrenar es algo que disfruto, así que no representa ningún sacrificio... Pasé cuatro o cinco años en los que salía y caía en otra lesión y en esa etapa me cuestioné muchas, pero no me di por vencido y acá sigo todavía”, dijo.
Ignacio debutará en sus primeros Juegos Olímpicos el próximo sábado en horario por confirmar, ante el albano Indrit Cullhaj, de 24 años y quien se ubica en la posición 79 del ranquin mundial.
Su consigna es ganarle a quien se le ponga enfrente y desde ya advirtió que buscará también llegar a los próximos Juegos. De igual forma, en este momento disfruta lo que vive y lo atesora.
“No me cuesta creer que lo logré, pero es extraño, porque es algo por lo que luché por muchos años y ahora se está a muy poco de vivirlo. Parecieran semanas, pero es el trabajo de toda una vida y es que la clasificación llega de repente. No es que cuesta creerlo, pero sí es fuerte”, finalizó.
Datos del atleta:
Nombre: Ian Ignacio Sancho Chinchilla.
Edad: 28 años.
Deporte: yudo, -66 kilogramos.
Primera vez en unos juegos olímpicos.
Hora de competencia: ronda eliminatoria, sábado 24 de julio, a partir de las 8 p. m.
Entrenador: Julián Sancho Chinchilla (hermano).