Soy partidario total del VAR (video arbitraje) y desde que FIFA lo aprobó, lo espero con ansias en Costa Rica. Algunos dirán que le quita la esencia al fútbol, pero para mí le da más credibilidad y justicia, si es que se sabe usar y es el de verdad. Claro, si de entrada me dicen que a la versión para el fútbol tico se le llama “VAR light” y así se le presenta, ya empezó perdiendo y al margen de sus capacidades técnicas, me pone a dudar.
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Del VAR light se habla que puede implementarse con ocho o cuatro cámaras y no las 42 de un evento top, como un Mundial. También que utiliza un software más barato y no requiere de operadores certificados por FIFA. Así mismo, se necesitan menos instrumentos y por ende, puede rondar en unos $100.000 anuales y no los cerca de $500.000 por semestre que en teoría cuesta el original.
Estos no son datos confirmados por la Federación Costarricense de Fútbol y por lo mismo, tengo muchas preguntas sobre esta adaptación; fijo no soy el único. ¿Será que la diferencia es como en los bares de Costa Rica? En algunos, con pantallas gigantes y de alta calidad, se ve la repetición a todo lo ancho y alto, mientras que en otros, con pocos televisores o pequeños, el presupuesto no da para la mejor imagen.
Yo no sé ustedes, en mi caso siempre recuerdo el dicho: “lo barato sale caro”. Tampoco es que hay que despilfarrar o pagar caprichos; se compra lo que se puede o mejor no se compra y toca apretarse la faja y seguir ahorrando.
Tengo clarísimo que el costo del verdadero VAR es casi impagable para nuestra realidad y para nada es sencillo aplicar tal nivel de tecnología, en un fútbol que no maneja el dinero que en México, Estados Unidos o Europa. No crean que soy de los que piensa que el VAR es poner tres cámaras, que cualquiera las maneje y avise si hay algo para revisar.
Mi punto es que un VAR light tiene como resultado decisiones light. Es decir, cómo le vamos a exigir al VAR tico que funcione como el que vemos en la Champions League o ligas top, si al final es imposible. Y entonces, entramos en la delicada línea de discusión de que el VAR me perjudicó o favoreció al rival, porque la toma no es clara, porque la repetición no ayuda o porque es light y no está en capacidad de cumplir con lo que esperábamos.
Dónde queda la justicia que debe impartir el VAR, si es una versión de bajo costo, como lo dijo el propio Rodolfo Villalobos, presidente de la Federación. En tal caso, insisto que prefiero quedarme como estoy, porque hoy en día si el árbitro se equivoca, al menos puedo atribuirlo a que es humano y le es imposible ver todo y no fallar nunca. Con el VAR light qué vamos a pensar o qué pasará ante el primer fallo.
Y es que tengo una lista de preguntas gigante que me encantaría hacerle a la Fedefútbol o la empresa que elijan para ese VAR anunciado para el segundo semestre del 2023:
¿Cuál es la diferencia de precios entre el VAR de verdad y el light?
¿Qué tiene el VAR de verdad que no tiene el light?
¿Cuántas cámaras menos tiene el VAR light, si es que esta es una de las diferencias?
Si es light, entonces ¿se depende de las cámaras que manden las televisoras a cada estadio?
¿Cuáles jugadas sí revisa el VAR light y cuáles no?
¿Qué ángulos quedan descubiertos en el VAR light?
¿Hay diferencias con el VAR light que se usará en el clásico, al de un juego entre dos equipos de mitad de tabla para abajo y que tienen menos afición?
¿Quién paga el VAR light?