Uno puede admirar el tesón con que defiende su idílico fútbol. Uno puede reconocer evolución en un Saprissa menos desequilibrado que hace un año, cuando lo echaba a andar. Uno puede recordar el liderato en el campeonato nacional con un nada despreciable 78,8% de rendimiento. Pero siempre llega un momento en que uno no puede defender a Wálter Centeno.
Él no necesita que yo lo haga, ni es mi labor servir de escudero, si bien muchas veces me ha parecido justo, así en La Nación como en Zona Técnica, dejar de lado la mezquindad ante su progreso. Debato amenudo con mi colega y amigo Amado Hidalgo, para quien los ajustes del Paté van contra natura.
A su entender, los hace obligado por el club, la afición, la llegada de Víctor Cordero o los resultados. Obligado, al fin y al cabo, a criterio del caballero hidalgo. ¿Y qué? —suelo decirle—. Ceder un poco, vencer al ego —que en el Paté no debe ser pequeño—, también tiene su mérito.
Desde finales del torneo anterior vienen en descenso los desequilibrios, los riesgos innecesarios, los romanticismos suicidas, dando paso a planteamientos más comedidos, como en el doble empate 1 a 1 ante Herediano, en semifinales, disuelto solo por los penales. Entonces, cuando uno cree estar ante el Paté más sensato, el técnico busca consuelo con una frase a todas luces ilusa: “(...) para este Saprissa vienen cosas grandes y, por qué no, un Mundial de clubes”.
Indefendible. Wálter Centeno se vuelve indefendible.
¿Qué necesidad tiene de ‘ofrecer’ una ilusión para la que su equipo no tiene —como tampoco Alajuelense, Herediano y ni qué decir San Carlos— el desempeño necesario?
Semejantes arrebatos en el discurso, le juegan malas pasadas a un técnico que va creciendo en la cancha.
El Saprissa de este torneo, el menos batido de los Saprissa del Paté, con apenas 0.67 goles recibidos por juego, superando con creces el 1.33 y el 1 de los dos torneos anteriores, demuestra mejoría suficiente para pelear por el título en Costa Rica. El de Concacaf, sabemos todos, está más que lejos, como confirma la eliminación en primera ronda ante un equipo en pretemporada.
Entonces de nuevo sale Wálter Centeno y se tropieza con el discurso, primero muy halagado por los piropos de Thierry Henry, después del 2 a 2 que a la postre eliminó al Saprissa; luego, muy orgulloso de una tenencia de balón que nunca dio frutos, a falta de pases filtrados o individualidades que rompieran la comodidad defensiva del Impact. Henry se quedó con la clasificación y Paté parecía contento con los elogios y el pasabola.
Así, no puedo defenderlo. Ni pretendo.