Sucede cada cuatro años, que la Luna renuncia por un mes a su papel de satélite natural de la Tierra y sustituye su cráter más grande por una válvula a través de la cual es inflada.
Abandona también, esa dama de la noche, el hecho de comportarse como un cuerpo celeste que tiene un diámetro ecuatorial de 4.474 kilómetros, lo que la convierte en el quinto satélite más grande del Sistema Solar. Prefiere que la reconozcan como un balón número 5.
Sí, una pelota que con un poco de aire es cuarto creciente; luego, gibosa creciente y, finalmente, llena o plenilunio. Cuando un jugador la saca del estadio, se convierte en nueva: nadie la ve.
Los átomos de helio y argón que forman parte de su atmósfera, así como los iones de sodio y potasio, se suman a esa metamorfosis y se transforman en gajos de material sintético sobre los que de repente aparece estampada la marca Adidas desde 1970, junto con el nombre oficial de la bola: Azteca, México 1986; Teamgeist (“espíritu de equipo”) Berlín, Alemania 2006; Brazuca, Brasil 2014 y Telstar 18, Rusia 2018.
LEA MÁS: Costa Rica tendrá que lidiar en Rusia 2018 con el balón más liviano de los Mundiales
Accidentes geográficos como el Mare Tranquilitatis y los cráteres casi gemelos Ritter y Sabine pierden interés en ser enfocados por telescopios y observatorios espaciales; prefieren las cámaras de televisión que transmiten los partidos entre selecciones en vivo y a todo color.
De igual forma, esa vecina ubicada a una distancia promedio de 384.400 kilómetros de nuestro planeta desiste de evocar el 21 de abril de 1969, fecha en la que los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y Edwin Aldrin, de la misión Apolo 11, clavaron una bandera estadounidense en el suelo lunar. Durante dicho mes la Luna solo tiene ojos para las cuatro banderolas situadas en las esquinas de las canchas de fútbol.
Lo que sí recuerda este satélite cada cuatrienio son las palabras que pronunció Armstrong al convertirse en el primer ser humano en caminar sobre su superficie: “Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad”. Ella tiene su propia versión mundialista: “Un pequeño pase para un futbolista, un gran gol para la Humanidad”.
Ya sabemos que la Luna se aleja de la Tierra a una tasa promedio de 3,8 centímetros por año; sin embargo, cada cuatro años, tal y como sucederá a partir de hoy, desciende y se muta en balón de fútbol. Entonces brilla con luz propia y todos nos volvemos lunáticos.