“Fair play” no solo significa juego limpio. La palabra inglesa “fair” designa más que honestidad, evitación de la marrulla, no agredir al rival. Todo eso va de suyo. “Fair” significa correcto, bueno, noble, leal, ir más allá de lo que estipula el deber, respetar la integridad psicofísica del rival, ser generoso, grande de espíritu y éticamente acrisolado.
Marcelo Bielsa nos dio la semana pasada una demostración de “fair play” que debería ser galardonada. Jugaba el Leeds United bajo su mando contra el Aston Villa. Al Leeds le bastaba con un triunfo para acceder automáticamente a la primera división del fútbol inglés. El marcador va cero a cero. Estamos en el minuto 71. Una instancia dramática, tensa, crispante, en la que se decidía muchísimo para ambos equipos. El Leeds anota un gol, con un jugador rival tendido en el terreno, severamente lesionado y no atendido de emergencia, como lo ordena el reglamento. El gol no puede ser anulado, ni podemos abordar la máquina del tiempo de Wells, devolvernos al pasado, suspender el partido y correr al rescate del jugador herido. Bielsa toma sobre la marcha, y con toda la presión psicológica que sobre él pesaba, la decisión de ordenarle a sus jugadores que se dejaran anotar un gol en contra, sin ofrecer resistencia. Y así lo hicieron. Marcador final: 1-1. Muy oneroso en términos competitivos para el Leeds, porque con este marcador no podrá ingresar a la primera división, y tendrá que jugar una liguilla de ascenso con varios equipos.
¡Ah, qué gestos bellos y conmovedores nos depara el fútbol, cuando es jugado por caballeros, gladiadores imbuidos de la ética del guerrero: ambición dentro de la nobleza, fiereza dentro del respeto, combatividad dentro de la misericordia! La consideración, la hidalguía, la bonhomía son músculos del alma, y como tales hay que tonificarlos, que de lo contrario se atrofian. Yo quisiera ver —¡cuánta ingenuidad de mi parte!— a un Jafet Soto, un Jeaustin Campos, un Hernán Medford, realizando un gesto de este jaez. Moriré sin verlo. Por eso Bielsa es un gigante, y ellos son chiquititos: buscapleitos, llorones, quejosos, inarmónicos, disonancias vivientes, chirriantes discordancias en esa hermosa sinfonía que es el fútbol.