Son las tres de la mañana. Un grupo de viajeros se aglomera en el área de registro de pasajeros de Interjet. La respuesta es la misma para todos. El vuelo se canceló y se reprogramó para el día siguiente a la misma hora, o sea, a las seis a. m. Pero no hay garantía de que todo marche bien 24 horas después.
En medio de la incertidumbre, mi esposa y yo decidimos tomar otro vuelo que sí saldrá, obviamente con otra aerolínea, Aeroméxico. La decisión la tomamos porque sentada en una maleta está nuestra hija de cuatro años, quien está despierta desde las 2:30 a. m. pues vamos de paseo a Ciudad de México. Otra pareja, también con una menor de edad, hace lo mismo.
Corrimos para abordar el avión y atrás dejamos ese día, 26 de diciembre anterior, el sentimiento de impotencia y la rabia contra Interjet. También se quedaron discutiendo con los representantes de Interjet un grupo de católicos liderados por un sacerdote mexicano y unos jóvenes costarricenses, todos de menos de 30 años, indignados porque iban a perder los paquetes turísticos contratados.
La vuelta a Costa Rica, el 30 de diciembre, fue igual de caótica. El vuelo se volvió a cancelar. Esta vez nos dimos cuenta en el hotel al consultar la página de la aerolínea. Llamamos y nos garantizaron que el vuelo saldría al día siguiente a las seis de la mañana. Tuvimos que pagar una noche más de hotel y alistarnos porque debíamos de nuevo madrugar.
A las 2 a. m., mientras nos alistamos para dejar el hotel, revisamos la página de la aerolínea y del aeropuerto de Ciudad de México y, para nuestra sorpresa, el vuelo ni siquiera estaba registrado. Otra vez la disyuntiva, confiamos en una empresa que nos ha quedado mal tres veces o buscamos una salida que será costosa.
Optamos por la segunda y viajamos de vuelta con Copa Airlines porque sí nos garantiza llegar al país.
Sé que Interjet tendrá miles de argumentos para cubrirse y decirnos, en nuestra cara, “no tuvimos la culpa”, “no tenemos ninguna queja formal de ustedes”, etcétera, etc, etc...
Solo sabemos que a la empresa le pagamos los tiquetes aéreos y la respuesta no fue satisfactoria. Además de que gastamos más dinero de la cuenta de nuestros ahorros y reponerlo es un sueño.
Mi duda es si las aerolíneas de bajo costo, que ahora vuelan al país, tienen la misma actitud de irrespeto a sus clientes.
El autor es periodista de Economía en La Nación.