Las tres fechas más importantes en la historia de Costa Rica, al menos desde mi perspectiva, están separadas por casi dos siglos. En 1856, fue la primera prueba del carácter nacional, donde los aproximadamente 50.000 costarricenses de aquella época se vieron atacados por fuego y peste.
En un contexto dominado por las tensiones segregacionistas en los Estados Unidos y la lucha de poderes entre EE. UU. y los británicos, en su interés de dominio en Latinoamérica, la invasión proveniente del norte propició la creación de héroes de todo tipo: Mora, Cañas, Carrasco y Santamaría, entre otros.
Ricos y pobres se mezclaron en el campo de batalla, y se atrevieron a servir a una causa mayor, sembrando en Santa Rosa y Sarapiquí los cimientos de las generaciones que iban a construir la nación del siglo XX.
En 1948, se reivindicaron principios por los cuales se luchó en el 56. En uno de los primeros escenarios de la Guerra Fría, cuando aún no se enfriaban los cañones en Normandía, en Costa Rica se colocaban las bases para un desarrollo social singular del que la mayoría nos hemos beneficiado.
El conflicto no vino del norte. Fue interno, producto de una vorágine de ideales y visiones llevada al campo de batalla por ignorancia y miedo. Culminó con una visión ganadora que muy probablemente no iba a ser muy diferente de aquella a la que derrotó y, sin embargo, dejó una huella muy clara que perdura en el ser del costarricense y marcó la pauta del siglo XX.
Pasarán 102 años y llegaremos al 2050, fecha límite para que la gran mayoría de los países, Costa Rica incluida, den un ejemplo de cooperación al reducir al mínimo su dependencia de los hidrocarburos y desarrollen alternativas para suplir sus necesidades de energía.
A diferencia de las primeras dos fechas, tenemos suficiente tiempo para prepararnos. Desde los años noventa se predicen las consecuencias negativas para el clima del uso desmedido de los hidrocarburos.
Inicialmente, estos vaticinios fueron tomados con mucho escepticismo; sin embargo, hoy hasta las compañías productoras de hidrocarburos aceptan el papel de la combustión de petróleo en la variación climática.
Una cita anónima dice que “en tiempos de crisis, uno no se eleva a la altura de la situación, sino más bien, se hunde hasta el nivel de su preparación”.
La comparación de la reacción nacional con las tres situaciones antes mencionadas pareciera que contradice la cita, ya que, tanto en el siglo XIX como en el XX, las crisis fueron relativamente espontáneas, pero la respuesta fue eficaz y el resultado positivo.
En pleno siglo XXI, sin embargo, con décadas enteras de preparación, seguimos desafiando los pronósticos y no se vislumbran propuestas eficaces sobre cómo hacer frente a la crisis climática.
Quizás en el 56 como en el 48 tuvimos líderes que supieron inspirar, mientras hoy, en el país más feliz del mundo, ¿nos dejaremos llevar por un sentimiento de conformismo y esperaremos que las soluciones nos caigan del cielo?
El autor es geólogo.