La física básica demuestra que los polos magnéticos opuestos se atraen. Positivo atrae a negativo. Es una verdad científica verificable. También, en algunas ocasiones, este principio se aplica dudosamente a las relaciones humanas, con mucho menos base científica y casi nada de razón, por ejemplo, cuando se trata del amor.
No siempre, o casi nunca, dos personas con caracteres o intereses radicalmente opuestos son uno parte de la vida del otro, tarde o temprano terminan repeliéndose, lo cual contraviene la realidad científica en lo referente al magnetismo.
En política y relaciones internacionales entre pueblos y países, es todavía más exacerbada la inaplicabilidad de esta norma científica, más aún en relaciones de alto y bajo nivel, como es el caso de Costa Rica y Nicaragua.
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Veamos: el uno es un país bellísimo, sin ejército, con elecciones libres y una distribución extremadamente horizontal de la democracia, que provee servicios de salud y educación utilizados ampliamente por los otros casi sin costo alguno.
El otro, país hermoso, con posiblemente el ejército más poderoso y costoso de Centroamérica (¿a qué le temerá?, sin elecciones libres, con una distribución extremadamente vertical, no digamos de la democracia, pues esto sería mucho decir para Nicaragua, sino del poder, y casi sin servicios de salud y educación para su pueblo.
El uno ha sido y es refugio de los perseguidos por todo tipo de causas en el otro, incluida la dictadura de turno, que en el pasado se ha asilado aquí huyendo de las mismas circunstancias por las cuales ahora son otros los que escapan de esta.
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La imprudencia de la cúpula de Nicaragua mediante provocaciones ofensivas y deliberadamente malintencionadas es contrarrestada por la prudencia de nuestra Cancillería, al no caer en la trampa ni en el juego de quienes pretenden exteriorizar su conflicto exacerbando burdos nacionalismos en el oprimido pueblo, al que usan y del que abusan a su antojo para que cambien de enemigo. Una táctica ampliamente usada por todo tipo de dictaduras en el mundo.
Ninguno de los dos es perfecto, ambos países tienen defectos y virtudes, y de alguna forma conviven con alguna más o menos violenta dictadura en ocasiones clara y evidente y en otras, un poco más difusas y ocultas.
El uno ha padecido desde siempre la opresión política de derecha, de izquierda, de centro, de orilla y de todo tipo de rumbos y direcciones, que ha sido una clase de dictadura vertical, apoyada en las armas, en que el poder se concentra en el techo de la cúpula de turno para oprimir a la base de la campana de distribución del poder. Es una campana alta y delgada con una extensa base.
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El otro vive bajo la opresión disimulada, sutil y suspicaz, sin armas físicas, pero legales, de una clase oficial de mandos medios, con los más altos salarios y beneficios, inmutabilidad laboral, intocables, sin tener que hacer los sacrificios que la pandemia nos ha exigido a todos los demás, liderando feudos y minirreinos dentro de las instituciones, en donde se hace lo que ellos quieran, cuando quieran y como quieran, sin que la parte alta de la campana de distribución de poder tenga mayor control sobre ellos, y mucho menos la baja.
Es una campana deformada por una banda horizontal con delgados tramos verticales tanto hacia arriba como hacia abajo de esa deformación horizontal.
Hoy, dada la amenaza manifiesta y presente de ser encarcelados por ejercer su derecho a la libertad, la prensa de uno se asila en el otro para enviar su mensaje, y quizá, quién sabe, después de las elecciones de noviembre, cuando la dictadura se haya enraizado más profundamente y ya no tema a la decisión popular, deje al resto del país en paz por un rato y se dedique a seguir sus asuntos hasta dentro de otros cuatro años, cuando deberán hacer lo mismo para perpetuarse en el poder.
Cuando los pueblos de ambos países se harten de esta situación, ¿existirá alguna suerte de membrana semipermeable a lo largo de la frontera que terminará, por osmosis política, igualándonos a todos?
El autor es geólogo.