El 13 de marzo de 1964 Catherine Susan Genovese, conocida como Kitty Genovese, murió apuñalada en Queens, Nueva York. Muchos observaron o escucharon el crimen, pero ninguno llamó a la policía hasta que fue demasiado tarde.
El 27 de marzo Martin Gansberg publicó un artículo en el New York Times y lo tituló “37 vieron el asesinato y no llamaron a la policía”.
Un pacto de silencio es una máscara, una camisa de fuerza, una lápida de cemento, una jaula de pájaro, el ataúd de un niño, un agujero negro, las riendas del tiempo, una armadura de metal, un bozal de cuero, la falta de aire, la niebla en la mente, la lengua temerosa, la comodidad del disconforme, el refugio del miedo y muchos otros artilugios que la mente emplea para detenerse, escapar, justificarse y tratar de mantener inmóvil lo que desea y debe salir.
Se callan en el ámbito personal las verdaderas identidades y los sentimientos; se cierra la boca en el seno familiar ante errores u horrores de algunos de los miembros; se sellan los labios en la academia para congraciarse con colegas; y se enmudece en el ámbito laboral cuando la corrupción es rampante.
En Más allá del principio del placer, Freud introduce en 1920 el concepto de pulsión de muerte. De acuerdo con él, el silencio se considera una manifestación de la pulsión de muerte, e implica un retorno a un estado anterior o al reposo absoluto de lo inorgánico. En el silencio, no hay transformación.
Se calla por desconfianza, porque lo enunciado puede llegar a un mal puerto. Se pone un punto en la boca por desesperanza. Se enmudece ante la incomprensión e intolerancia. Se cierra la cremallera de los labios por comodidad. Se guarda sigilo para proteger una realidad percibida.
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El que calla sabe que su silencio es una tumba y, como tal, guarda todas las posibilidades de cambio. Pero el que calla también evalúa a su audiencia, calcula si liberar las riendas de su silencio será una experiencia sanadora, en un entorno en el cual cada vez es más difícil que otros escuchen y toleren la verdad. El problema es que el silencio es inerte.
Cuando se habla: ¿Se es solo un disruptor? ¿Con cuál fin? ¿Por qué y para qué se rompe el silencio? ¿Se necesita solo una respuesta? ¿Se habla para apachurrar a otros o para, genuinamente, colaborar y avanzar?
La autora es economista.