El buen oficio de escribir –del escribidor, que diría Vargas Llosa– cuando es verdadero no termina nunca. Es como el sacerdocio – sacerdos in aeternum – para siempre.
José Martí lo advertía: “El periodismo no es ira insultante ni aprobación bondadosa, es proposición y estudio. El periodismo es, en lo externo, una profesión; en lo íntimo, un sacerdocio”.
Así pues, bajo esta admonición, al paso de los días una idea me ha insistido, recurrente: escribir mis impresiones sobre Ottón Solís y, de paso, contar una anécdota que lo relaciona con el inolvidable Pepe Figueres.
Creo que en la última década Ottón Solís ha sido la encarnación de la conciencia cívica del pueblo costarricense. Otros políticos preclaros –lo recoge la historia– han tenido tal honor, pero en circunstancias distintas a la actual agobiante crisis nacional, en la que se ha levantado la voz de Ottón, para señalar con valor y claridad los males que aquejan a la República y a sus brazos ejecutores: los partidos políticos, señalando con índice acusador la corrupción y la falta de valores que los afectan.
Es una pena que este representante de la nueva hornada de hombres públicos no haya llegado a la presidencia de la República, pues otro sería el derrotero nacional.
Es posible que en su debilidad para el rejuego electoral se asiente su virtud ciudadana. Además, a sus buenas intenciones se opuso el oportunismo de algunos de sus partidarios.
Pero su voz ha quedado resonando en el ámbito político, como el eco de un grito que se escuchó en la lisa electoral de otros tiempos y otras tierras: “¡Vergüenza contra dinero!”. En fin: la carrera política de Ottón Solís no ha terminado… Quién sabe lo que le reserva el futuro.
Encuentro con don Pepe. Y aquí va la anécdota. Espero que la memoria me sea fiel en los detalles, pues lo que contaré ocurrió hace muchos años.
Cierto día en que acompañaba al presidente Figueres en una visita de trabajo a San Isidro de El General, me dijo: “Hagamos una corta pausa, pues quiero saludar a un joven de familia amiga que regresó hace poco de Inglaterra, donde cursó estudios universitarios”.
Llegamos al hogar de la familia Solís. La conversación entre don Pepe y Ottón fue animada e iba del inglés al español, versando sobre temas de ideología política y realidades económicas y sociales de aquellos tiempos y de diferentes latitudes, así como del derrotero de gobiernos democráticos y sus opuestos, tanto como de aspectos interesantes de la economía y la política de los Estados Unidos.
Al terminar la charla y luego de la despedida afectuosa, cuando nos dirigíamos a los automóviles de la caravana me dijo don Pepe: “Hay que ponerle cuidado a este joven. No solo está muy bien preparado cultural y políticamente, sino que sus opiniones son maduras y trasuntan bien basados principios éticos, en cuanto al ejercicio de la política. Además, parece un socialdemócrata convencido”.
El tiempo, como en otras tantas cosas, le dio la razón a don Pepe, y, a mí, por fin, la oportunidad de esta reseña.
El autor es periodista.