Recuerdo con gran emoción mi primer contacto con el Dr. Carlos Sáenz Herrera, hace más de 40 años. Fueron dos mañanas inolvidables en que conocí al Dr. Sáenz Herrera, ya entonces una figura impresionante por su sencillez, inteligencia y compromiso. Con gran cuidado, me mostró todos los rincones del Hospital Nacional de Niños y, con una sonrisa, me dijo: “… y esta es la cámara de Gessel”, en el Departamento de Trabajo Social. Al día siguiente, una reunión con los jefes de servicio. Allí volví a ver al pediatra de mis niños y mi futuro jefe, el Dr. Loría Cortés, así como a todos los que llegaron a ser colegas queridísimos por casi 15 años
Excepcionales personas. No puedo dejar de mencionar a algunos de ellos ya fallecidos, excepcionales personas, cuyo recuerdo llevo en mi corazón: además de Rodrigo Loría Cortés, el eminente cirujano Dr. Lobo Sanguja, el maravillaso clínico Dr. Fernández Rothe, al igual que el Dr. Arguedas Soto.
Casi podría decir que el staff que encontré en esos años setenta era mi verdadero ramillete de excepcionales profesionales y amigos, todos comprometidos y llevando la bandera que enarboló el Dr. Sáenz Herrera.
Yo era el primer psiquiatra infantil contratado por el Hospital. Inicié una consulta externa y la consulta en los servicios, y gradualmente organizamos un servicio de Psiquiatría y Psicología que llegó a ser muy numeroso, y que nos permitió tener equipos de apoyo en diversos servicios del Hospital: Oncohematología, Quemados y Neonatología.
Comité del Niño Agredido. El Comité del Niño Agredido tuvo una importancia muy grande, con la participación de Trabajo Social –en ese momento, la licenciada Flory Saborío era la directora–, médicos de la Corte y abogados. Incluimos, además, por lo menos a una personal civil para tener una perspectiva social más amplia.
Este comité veía en ese tiempo todos los casos de agresión, que no llegaban a la suma astronómica que se reporta hoy en día, pero se constituyó en un modelo que fue usado en otros lugares. La estrecha colaboración con Neurología, con el Dr. León Barth, con la escuela del 5.º piso, permitió extender una cobertura de consulta a todo el país con visitas regulares a escuelas lejanas.
El apoyo del Dr. Rodrigo Loría Cortés fue fundamental en esa ampliación de tareas.
La rotación de residentes de Psiquiatría y Psicología –médicos, muchos de ellos extranjeros– dio gran vitalidad a las sesiones clínicas semanales. Algunos siguieron carreras en psiquiatría infantil y dos de ellos han logrado altas posiciones en Canadá y en los Estados Unidos.
‘Plan Mohs’. Todo esto fue posible por la transformación del Hospital con lo que yo llamaría el “Plan Mohs”, que lo convirtió en un centro de especialidades. En forma brillante, el Dr. Édgar Mohs elaboró cuidadosamente por meses un sistema de descentralización nacional que permitió la utilización de facilidades en otros hospitales respecto a casos como diarreas y otros, mediante un sistema de atención de emergencia bien diseñado y referencias a otros centros.
Las especialidades tomaron preponderancia. Los trasplantes, la atención de casos de mayor complejidad podían ser atendidos al disminuir la cantidad de niños internados.
Recuerdo una semana de enero en que se puso en marcha ese Plan Mohs. Como por arte de magia, el hospital cambió radicalmente y todo entró en un nuevo orden.
En efecto, esos eran tiempos de gran orden. Las consultas con la Dirección eran sustantivas y expeditas.
Años fructíferos. Los años que siguieron, con el Dr. Elías Jiménez en la Dirección del Hospital, fueron igualmente fructíferos y ordenados. No recuerdo, en todos los 14 años en que trabajé con ambos directores, que debiéramos enfrentar ninguna situación difícil, excepto, tal vez, algunos roces cuando el Hospital pasó a la Caja, pues, con ello, se perdió algo del celo extremo que todos teníamos para no gastar de más, ni siquiera el agua caliente o las gasas.
Estoy seguro de que el Hospital Nacional de Niños podrá recobrar ese brillo y gloria que vivió bajo tres egregios directores: el gran maestro Sáenz Herrera, Mohs y Jiménez.