«En julio criticamos a la oposición por negarse a aprobar un empréstito necesario para abrir la puerta a un convenio con el FMI. Hoy, para mantener la puerta abierta, la instamos a no aprobar un solo préstamo. Ojalá las fracciones legislativas anunciaran esa decisión cuanto antes para arrancar de raíz la peligrosa noción de que el rebote económico pospandémico y unos cuantos empréstitos permitirían llegar hasta el 8 de mayo del 2022 y entregar el poder al borde del abismo, pero todavía sin caer. Otras preocupantes señales apuntan a la falta de voluntad del Partido Acción Ciudadana para hacer los cambios estructurales exigidos por las circunstancias (…)».
Así reza el editorial de La Nación, del 30 de noviembre pasado, titulado «El gobierno no merece crédito». En ese momento, don Armando González y yo coincidíamos en que al Gobierno no se le podían aprobar créditos mientras no se comprometiera con reformas y ajustes significativos. Recientemente, sin embargo, don Armando cambió de posición y reprocha la mía en su columna del 27 de diciembre.
¿Qué pasó en este mes para que se diera ese cambio de criterio? ¿Que el presidente Alvarado dijo que retomaría las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que convocaría el proyecto de Ley de Empleo Público? Para don Armando fueron suficientes esas nuevas manifestaciones. Respeto esa posición, pero para mí eso no es suficiente.
Desaprovechamiento. El Gobierno es quien desaprovecha los créditos. Hace poco más de un mes, la Comisión de Asuntos Hacendarios rechazó, por unanimidad, otro crédito con el BID, por $245 millones. La razón: los ministros evidenciaron «una ausencia de claridad en el destino final de los recursos». En la edición de la La Nación, del 5 de noviembre, se reflejó la actitud cantinflesca de los ministros Elian Villegas y Geannina Dinarte, quienes indicaron que los recursos podían ir bien a la caja única, bien al sector turismo, o bien, según la propuesta final de Villegas, a pagar salarios o aguinaldos, o para comprar vacunas.
Fue realmente impresionante la falta de claridad de metas del Poder Ejecutivo. Nótese que ese fallido crédito, el cual se perdió por culpa exclusiva del Gobierno, además incluía una donación de $20 millones, era a una tasa del 2,11% y a un plazo de 25 años, frente al que motiva este artículo, que era a un 3,26% y a siete años plazo. Inexplicablemente de este crédito no se habla.
Pero el mal uso de los préstamos va todavía más allá. La edición de La Nación, del 24 de diciembre, da cuenta de que la Contraloría General de la República (CGR) determinó que del préstamo BID-AFD, en siete meses, solo se ha ejecutado el 10%, el cual estaba destinado en buena parte a «sustitución de deuda interna que es más cara». ¿Así para qué endeudarnos más?
Enfrentar una crisis estructural, a punta de solo créditos es un terrible error que pagaremos muy caro. Durante la pandemia, muchas empresas serias tuvieron que reducir jornadas y recortar gastos de personal e inversiones, entre otras amargas medidas, aún cuando quizás podían recurrir fácilmente a créditos. ¿Por qué lo hicieron? Porque el endeudamiento no es una solución sostenible si hay problemas de fondo que deben ser atendidos. En el caso del Gobierno, el año próximo, más del 50% de lo que gastará proviene de deuda pública; ese porcentaje será todavía peor en el 2022. Las causas que provocan ese hueco fiscal año tras año deben atenderse de inmediato.
La propuesta. Es imprescindible tocar la estructura del gasto: empleo público, transferencias, exenciones, restructuración de la deuda, venta de activos, reforma institucional. Pero veo una agenda del Gobierno en otra dirección: a) se firman nuevas convenciones colectivas, creando plazas, días libres y nuevos beneficios. b) entidades que requieren de reingeniería no se tocan y más bien demandan más dinero, por ejemplo, el caso de Japdeva que exigirá casi ¢13.000 millones más. c) no se recorta el gasto y más bien se pospone: a las universidades se les recortaron alrededor de ¢30.000 millones pero con el compromiso de incluirlos el año siguiente. d) se convoca el proyecto de Empleo Público tres días antes del receso legislativo, con solo haberlo convocado el día jueves en lugar del lunes, hubieran podido conocerse las mociones pendientes.
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Consistencia. Estoy convencido de que en estos temas es esencial ser consistentes. En mi caso he sido reiterativo: dije en un artículo publicado en este diario, el 17 de febrero pasado, y titulado: «Seis años perdidos», que no se podían aprobar los eurobonos si no se cumplía la regla fiscal, como manda la CGR y lo logramos.
El 23 de julio siguiente, en otro artículo que se tituló «Unámonos, pero denos la ruta», repetí que era urgente ir al FMI y presentar una propuesta de recorte al gasto, cierre de programas e instituciones, venta de activos, combate a la evasión, etcétera.
Ciertamente, las medidas a tomar son todas poco atractivas electoralmente, pero las dejé escritas porque creo en ellas y es lo mejor para el país.
Lamento que casi dos semanas después de que se rechazara el segundo crédito del BID, el Gobierno no haya buscado un acercamiento con las fuerzas políticas para llegar a acuerdos en apoyo a sus futuras propuestas. En esto coincido con don Oscar Arias, el Gobierno está como la Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo. Igualmente, concuerdo con don Miguel Ángel Rodríguez en que el Poder Ejecutivo debe presentar ya los detalles de su propuesta.
Desde hace muchos años aprendí a pensar lo que digo y decir lo que pienso; hay que abrir camino defendiendo las ideas en las que uno cree, aunque no siempre se coincida con gente a la que se respeta. Al final, se valora más a quien así actúa que al porrista que aplaude, pero a quien se le menosprecia intelectualmente.
El autor es excandidato a la Presidencia de la República.