«Lo que los judíos han vivido —y, en cierto modo, a lo que han sobrevivido para contarlo— ha sido la versión más intensa que haya conocido la historia de la humanidad de unas adversidades sufridas también por otros pueblos; de una cultura resistiendo perpetuamente a su aniquilación... Eso es lo que hace esta historia particular y universal a la vez, legado común de judíos y de no judíos, una explicación de la humanidad que compartimos», Simon Schama en Historia de los judíos.
«Cuando mirabas por la ventana se veía todo el cielo de Viena rojo. Mi madre y mi hermana pequeña estaban escondidas, no sé dónde. Mi padre y yo nos quedamos en el apartamento. Y vinieron. Las SA, un grupo de cinco o seis hombres con camisas pardas y botas negras… Entonces subieron, llamaron a la puerta y mi padre abrió. Le cogieron inmediatamente por el cuello y le empujaron contra la pared», testimonio de Leo Rechter. La Noche de los Cristales Rotos (entre el 9 y 10 de noviembre 1938) él tenía 11 años.
«Falta mucho para que tomen conciencia (se refiere a los húngaros) de que Auschwitz no es en absoluto el asunto privado de los judíos esparcidos por el mundo, sino el acontecimiento traumático de la civilización occidental que algún día se considerará el inicio de una nueva era», Imre Kertész, en Sin destino.
La cita de Schama forma parte del prólogo de su libro Historia de los judíos, obra académica de un abordaje exquisito e imaginativo, nada ortodoxo y muy sugestivo.
En ella se revalora la originalidad del pueblo judío y su sentido de supervivencia a lo largo de un período de más de 3.000 años en la Media Luna Fértil y Europa.
Leo Rechter dejó un testimonio directo de la acción colectiva protagonizada por las SA nazis en el año 1938, conocida como Kristallnacht o Noche de los Cristales Rotos.
Conciencia de universalismo. Kertész reflexiona a partir de su experiencia como superviviente del campo de exterminio en Auschwitz durante la década de los cuarenta y analiza la solución final como un punto de inflexión en la historia de la civilización occidental, universalizando la Shoá (Holocausto) y el llamado por los nazis el “problema judío”.
Las tres citas revelan algo profundo: un pueblo, unas historias locales (Oriente Próximo, Alemania, Austria y el resto de Europa) que desvelan una conciencia de universalismo ya sugerida en el propio nombre del primer libro del Tanaj (Biblia), Bereshit (Génesis), relatos de una travesía regional que devendría en universal.
La Noche de los Cristales Rotos vista desde la óptica del presente parece una premonición, no todos tuvieron la clarividencia para comprenderlo en los años treinta porque parecía una situación propia de la comunidad judía alemana; ejecutores y observadores indiferentes se alinearon de forma trágica para posibilitar un pogromo de violencia física y asesinatos.
Nueva temporalidad. El historiador británico Eric Hobsbawm, en su gran obra Historia del siglo XX, catalogaba ese período violento como el signo característico de la nueva temporalidad histórica.
Al examinar lo acontecido la Noche de los Cristales Rotos, el acto organizado por el partido nazi parece sumarse a la lista de acontecimientos violentos analizados por el historiador.
Pero hay un aspecto que resalta dicho autor y que sintetiza el interés por rescatar la memoria y que nos conecta con esta conciencia de que nos hablan las notas que encabezan el presente artículo: «La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismo sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo, crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven».
Si la historia del pueblo judío refleja en mucho los sufrimientos de otros pueblos y su epopeya tiene ecos en otras latitudes, el énfasis en la solución final nazi como un asunto de la humanidad nos obliga a recordar como un ejercicio para desarrollar la memoria histórica, pero no entendida como recuerdo, sino como la necesaria reflexión que todos necesitamos por el destino de todos los pueblos que conforman la humanidad; recordar lo que otros olvidan y enseñar lo que otros ignoran es una de las razones por las cuales existe la historia y el oficio del historiador, como lo recordaba Hobsbawm.
El autor es profesor de Historia.