Qué paradoja. La pandemia del virus SARS-CoV-2, causante de la covid-19, ha producido un cambio en los hábitos de subsistencia.
Una cantidad numerosa de personas han retornado, y me incluyo, a la cocina para preparar sus propios alimentos, aunque no posean las destrezas de este antiguo arte, iniciado cuando el Homo erectus descubrió el fuego, uno de los hechos más trascendentes de la civilización.
Un espacio vital para nuestras abuelas cobró vida no solo para los encuentros de sabores, texturas y aromas que nos recuerdan nuestros antepasados, sino también para departir con la familia.
La cocina se ha convertido en un sitio democrático, donde no solo se preparan alimentos, también se discuten, analizan y proponen temas de la vida diaria. Un espacio a veces ubicado en la parte trasera de la casa, pues a la sala, histórica y arquitectónicamente, se le ha dado preponderancia.
La cocina ha recobrado energía para crear y hasta para inventar platillos, aunque sea con pocos productos o ingredientes que quedaron en la refrigeradora o en la despensa. Llegó el momento de reinventarnos gastronómicamente hablando.
Comida de proximidad. En la situación actual, creo necesario valorar aún más la comida de proximidad, es decir, la preparada con productos de cercanos a nuestro entorno.
Es un momento apropiado para replantearse el uso racional de los alimentos, de aprovecharlos al máximo. Es posible que antes se tiraban a la basura, en especial legumbres, pero ahora se ven con otros ojos y terminan en un picadillo, en una suculenta sopa o hasta en una refrescante y nutritiva ensalada o en un batido. No se valen los desperdicios cuando hay limitaciones de todo tipo.
Cocinar, como afirma el periodista, escritor y prestigioso profesor universitario estadounidense Michael Pollan, tiene mucho de magia y, aparte de saciar el apetito, posee un poder emocional y ayuda a reducir tensiones, terapia muy necesaria en la crisis moderna.
Los tiempos han cambiado debido al aislamiento obligatorio. Hace muchos años, las labores de la cocina se las dejábamos, en gran parte, a otros, en especial a las grandes corporaciones alimentarias. Por ejemplo, desde el surgimiento de los primeros enlatados, en 1810, y, últimamente los congelados, lo que hemos venido haciendo es abrir, calentar y comer. Sin embargo, ahora nos hemos empoderado y, por qué no, tomado el mando en la cocina, una tarea que se nos estaba olvidando. Pollan lo llama “una forma de independizarnos de la industria alimentaria”, y es trascendental, aunque sea mientras pasa la pandemia.
La gente utiliza los medios electrónicos para buscar recetas o intercambiarlas, no falta quien haya desempolvado libros o revistas guardados en un rincón.
Orgullo gastronómico. Me ha llamado la atención cómo en estos tiempos en las redes sociales vemos publicaciones de los platillos que la gente prepara y los muestra como una gran hazaña, como los cazadores con sus presas.
En este período de “quedate en casa”, me escriben de otros países para preguntarme cómo se prepara aquel delicioso escabeche propio de la Semana Santa, e incluso me solicitan compartirles la famosa receta del pan de minuto, una de las más preparadas, creo, por los nuevos inquilinos de la cocina.
Antes del confinamiento, era normal abrir el Facebook o el WhatsApp de los conocidos, quienes se llenaban de orgullo publicando lo que disfrutaban en un restaurante.
Vale la pena mencionar que si preparamos nuestros propios alimentos nos aseguraremos de un mejor control de cantidades de azúcares, sodio y grasas. La dieta sería más saludable y prevendríamos una serie de enfermedades de la época, como diabetes, colesterol alto, hipertensión y otras causadas por el exceso de ingredientes nocivos para la salud.
En lo particular, el aislamiento no hay que verlo solo desde una óptica negativa, tiene puntos positivos. Aprendimos a ahorrar en la cocina, a preparar deliciosos platillos y a compartirlos en las redes sociales. Pero más necesario aún: departir en familia, reuniones que solo se vivían en Navidad, cuando los alimentos son el centro de toda actividad.
Es tiempo de reinventar, de volver a la cocina casera, muy saludable y económica si aprovechamos los productos de temporada, cuando son más abundantes y el precio baja, crucial hoy para cuidar el bolsillo, máxime si nos hallamos en el grupo de quienes vieron reducida la jornada laboral o fueron enviados a sus casas sin salario.
El autor es periodista gastronómico.