El inicio del 2020 será recordado por generaciones, que contarán cómo la pandemia del coronavirus transformó drásticamente vidas, conciencias, economías, formas de trabajo, prioridades y hábitos de salud. También, se relatará cómo las personas aprendieron, a paso forzado, sabias lecciones, aplicables incluso en tiempos de relativa estabilidad. Veamos.
Control personal. El anhelo de vivir en un entorno sin amenazas inmanejables es indudable, pero el ser humano carece del poder individual para conseguirlo. Lo que sí tiene en sus manos es cultivar hábitos sanos, ser precavido y evitar “contagios” innecesarios de información inexacta, de actitud negativa y destructiva.
Sano aislamiento. La pandemia recluye a millones en sus casas y coloca a muchos en cierta soledad; los saca de una intensa vida gregaria por unos días.
En unos casos, se incrementará la convivencia familiar; en otros, la reflexión individual. Y, quizás en ambos, haya oportunidad de valorar y replantear aspectos que pasaban inadvertidos a causa del ruido social.
Aceptar la fragilidad. Un virus, del que se sabe poco, doblega la salud sin notar quién es quién ni quién tiene cuánto. Médicos, artistas de cine, políticos, países pobres, naciones ricas, deportistas de élite, ciudadanos comunes... nadie puede decir “¡a mí no!”. Este baño de humildad invita a redimensionar los egos y los aires de superioridad, prepotencia e invulnerabilidad.
Imaginación encendida. Teletrabajo, intensificación de la comunicación virtual en empresas y entidades educativas, maximización del uso de los recursos, ajustes en la prestación de servicios… De repente, emergió un asunto común: el reto de encontrar cómo seguir haciendo las cosas de forma distinta. Superada la pandemia, nuevas ideas se habrán unido a lo cotidiano.
Solidaridad. El cuidado personal, con detalles hasta en la forma de estornudar y saludar, es una expresión de respeto y protección mutua. Se posponen o suspenden actividades generadoras de cuantiosas ganancias de pocos para resguardar la salud de muchos. Los empleadores flexibilizan las normas y buena parte de los trabajadores corresponde sacando la tarea de diversos modos.
Adaptación. Los trastornos por el covid-19 son incontables: afecta familias, bolsillos, proyectos país, empresas, agendas, ciencia, etc. Para idear nuevos caminos, Costa Rica y su gente se ven urgidos de resiliencia. Quien no consiga transformarse tampoco podrá abrazar las oportunidades que nacen en las crisis.
Fluencia. Incertidumbre, ansiedad, confianza, enojo, preocupación, esperanza: estas y otras emociones se desatan junto con la pandemia. Los estados de negación de la realidad solo agravan los efectos; adoptar la actitud optimista permite seguir navegando en aguas turbulentas, fluyendo con inteligencia colectiva y responsabilidad solidaria, no hay otra opción.
En la Estación Espacial Internacional, están los únicos humanos —quizá— sin riesgo de contagio, y alguno pensará: “Al fin entenderemos que todos somos uno y que, siendo uno, somos más”.
El autor es administrador de negocios.