Me estacioné en opinión político-partidaria poco después de 1980, hasta alrededor de 2000, con vergüenza de haber sido liberacionista y miedo por participar en el PAC.
Entre mi adolescencia y mayoría de edad, no tenía partido, solo personajes políticos que me llamaban la atención como a todos: don Mario Echandi me caía bien, al acostarse cerca de las líneas de las canchas de fútbol; admiraba a don Chico Orlich, por aquello del “primer servidor de los costarricenses”; me sentía desafiado por don Manuel Mora, con sus roncas incitaciones a la rebelión; y me interesé por don Alberto Martén cuando realizaba mis estudios juveniles de economía, incluso hice un fallido intento por fundar un “movimiento solidarista” en el Colegio de Limón.
Defectos y virtudes. Con mis estudios universitarios, me sentí cada vez más fuertemente atraído por lo que consideraba ser “el ala crítica del Partido Liberación Nacional”, cuyo batir nunca me permitió integrarme totalmente al cuerpo, hasta que me desprendí de él, después de unos treinta años, junto con otros compañeros, incluyendo a Ottón Solís Fallas, para formar el PAC.
Los exliberacionistas que trabajamos por una nueva Costa Rica organizados en el PAC debemos recordar que aquel partido tiene no solo defectos que debemos corregir y desechar, sino virtudes y proyectos que convendría retomar para el futuro. Tampoco podemos negar que dicha agrupación haya dejado huellas perdurables en nuestro pensar y hacer ciudadano.
Debemos corregir y desechar sus defectos históricos, en nuestro propio seno; también, necesitamos retomar, nutrir y fortalecer sus virtudes allí. En esa forma pensaron José Figueres, Benjamín Núñez, Monseñor Sanabria, y otros, sobre Costa Rica en 1948; así pensaron Rodrigo Facio y Rodolfo Cerdas sobre la Universidad de Costa Rica en los años cincuentas. Nuestra historia nacional e institucional es una y es continua.
En el poder. Por eso no me arrepiento de haber escrito Agenda abierta, libro dirigido tanto a “quienes eran mis compañeros del Partido Liberación, como a cualesquiera otros ciudadanos interesados en contribuir al desarrollo de nuestra democracia”. En esa pequeña obra expliqué cómo y porqué me retiraba del partido: describí mi posición respecto al capitalismo y el socialismo; mis ideas sobre economía y socialdemocracia; la distinción entre “hombres fuertes”, que algunos pedían, y un “pueblo fuerte”, que yo deseaba; la confusión o falta de entendimiento entre política agraria y política agrícola; la insensibilidad del Partido a los problemas laborales en la globalización; su irrespeto por los sectores étnicos, como la descendencia afrocaribeña; y el peligro de la influencia del narcotráfico en nuestra política.
Esperaba y espero que el PAC sea más sensible a esos problemas y otros similares o concomitantes. Ahora que estamos en el poder, ya no hay razón para temer que los electores rechacen nuestras ideas generales y políticas específicas al respecto. Irónicamente, los ciudadanos han dado “luz verde” al PAC.
A lo mejor no me han entendido. Quiero ser más claro e incisivo durante los próximos cuatro años.