A nadie le gusta imaginarse viejo. Sin embargo, millones de personas suben fotos a aplicaciones como AgingBooth y FaceApp, que usan inteligencia artificial para “envejecer” un rostro.
Más allá de las temidas canas y arrugas, estas imágenes nos invitan a ponderar otras incógnitas. ¿Cuál será mi situación económica en 20 o 30 años? ¿Tendré acceso a buenos servicios de salud? ¿Habrá quién me ayude en mi rutina diaria? Y, fundamentalmente, ¿se complementarán estos factores para darme una buena calidad de vida?
Según un nuevo estudio basado en un análisis profundo de la situación en 26 países de América Latina y el Caribe, el futuro de la vejez podría ser muy promisorio, pero solo si acometemos reformas conjuntas de los sistemas de pensiones, salud y atención a la dependencia para personas mayores.
A pesar del pesimismo que suele rodear este tema, la calidad de vida de los mayores muestra una fuerte tendencia a mejorar. Durante las últimas dos décadas, el tiempo promedio que una persona de 65 años puede anticipar que vivirá en buena salud y sin pobreza aumentó de 7,1 a 9,7 años en América Latina y el Caribe. En Costa Rica, el panorama es aún mejor, pues alcanza un promedio de 11,9 años en comparación con los 6,8 de hace 2 décadas.
Esto se debe a un conjunto de reformas relacionadas con la protección social. Gracias a la expansión en la cobertura de pensiones no contributivas, por ejemplo, la proporción de personas de 70 años de edad sin ningún tipo de ingresos en Costa Rica bajó del 26 al 17% entre el 2000 y el 2019. Detrás de estos promedios, por supuesto, hay enormes disparidades dentro del país. Pero en general, los índices de pobreza hoy son más altos entre los jóvenes menores de 18 años que entre los mayores de 65.
A estas buenas noticias hay que sumar un giro profundo en las percepciones sobre la vejez. El debate sobre cómo proporcionar buenos cuidados —prácticamente inexistente hace 20 años—está en el centro de la agenda pública. Y en vez de pensar sobre la tercera edad como un lastre, se percibe como una oportunidad la denominada “economía plateada” de productos y servicios demandados por un segmento del mercado que crece más que cualquier otro.
Pero el estudio también señala que para muchos países será difícil satisfacer las expectativas de sus mayores en el futuro cercano. Algunos sistemas de pensiones, por ejemplo, carecen de cobertura o prestaciones adecuadas para grandes segmentos de la población. Aunque la cobertura de servicios de salud es amplia, la calidad en muchos casos es bajísima. Y los sistemas de atención a la dependencia son prácticamente inexistentes en la región, excepto para los de muy altos ingresos.
Los gobiernos también tendrán serias dificultades para financiar pensiones, salud y atención a la dependencia para mayores. En Costa Rica, el gasto en salud y pensiones para los de 65 años pasará del 5,6% del PIB en el 2020 al 14,4% en el 2050.
Además de la amenaza que implican para el equilibrio fiscal, estas tendencias apuntan a una tensión creciente entre los intereses de generaciones jóvenes (empleo, educación, inversión) y los de sus padres y abuelos. Para conciliar estas demandas, los gobiernos ya no podrán postergar las reformas tendentes a reducir ineficiencias, duplicaciones y mal gasto.
La clave, según el estudio, será abandonar la tradición de gestionar por separado los sistemas de pensiones, salud y atención a la dependencia. Las estrategias holísticas que incentivan la integración, aprovechando nuevas tecnologías digitales para coordinar y optimizar servicios, muestran que pueden aumentar la calidad de los servicios y la eficiencia del gasto. Está claro que si gastamos mejor, podemos construir sociedades donde las generaciones no compiten por recursos, sino más bien se apoyan y protegen mutuamente.
El autor es vicepresidente de sectores y conocimiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).