¿Ha escuchado sobre la interseccionalidad? Se refiere al enfoque que toma en cuenta distintos grupos y poblaciones, condiciones y sectores. El fin de semana pasado estuve en el Encuentro de Juventudes organizado por la oficina de la ONU en Costa Rica, espacio donde conocí a muchos chicos, chicas y chiques.
Aprendí bastante sobre derechos humanos, especialmente, acerca de la interseccionalidad y su papel como herramienta de cambio. En primer lugar, un enfoque interseccional abarca a mayor cantidad de poblaciones. Por ejemplo, en la actividad había personas de distintas zonas, provincias y condiciones.
Es indispensable y superimportante que al hablar de un problema o una temática haya representación de la totalidad de las agrupaciones sociales, económicas y políticas que se puedan. ¿Por qué? Porque no tenemos la misma perspectiva debido a las divisiones sociales y las burbujas de privilegio.
En mi caso, en el campamento logré darme cuenta de que el sistema favorece a una parte de la ciudadanía y desfavorece a otra. Por esto, la interseccionalidad es fundamental, pues posibilita la representación de la diversidad.
Para seguir hablando de interseccionalidad, voy a tocar la palabra previamente mencionada diversidad. La diversidad debe ser abrazada y estar presente en cada toma de decisiones y en las distintas áreas de la sociedad.
Por ejemplo, en Costa Rica, la mayoría de los políticos son blancos o son hombres. Esto debe cambiar, pero no excluyendo a los hombres blancos, sino creando y promoviendo espacios para que las minorías o poblaciones vulnerables estén representadas.
Lo más importante a la hora de hablar de diversidad es que sean las mismas comunidades las que alcen la voz por sus preocupaciones. Si bien las personas que no están involucradas como víctimas del problema pueden brindar su apoyo, es necesario que sean las que sufren el problema las que lideren estas luchas, así como que se les brinden espacios, condiciones y herramientas para librarlas.
Cuando el enfoque es interseccional, los cambios son posibles, porque la interseccionalidad es sensible y empática.
La realidad de la gente migrante no es la misma que la de un nacional. La de una mujer o persona no binaria no es la misma que la de un hombre. La de los pertenecientes a comunidades afrodescendientes o indígenas no es la misma que la de la blanca. La de una persona sexualmente diversa no es la misma que la de una cisgénero o heterosexual. La de una con discapacidad no es la misma que la de una sin discapacidad.
La realidad de la juventud no es la misma que la del resto, y resalto juventud porque en la actividad quienes participamos teníamos en común que somos jóvenes cansados del adultocentrismo y de que se nos considere inexpertos o irrelevantes.
Parte de la interseccionalidad es la representación de distintas edades, y dentro de estas, la de los jóvenes provenientes de distintos contextos, porque sus circunstancias son distintas entre los mismos miembros de una población.
No puede haber interseccionalidad sin jóvenes, y jóvenes sin la interseccionalidad. Mis conclusiones son tres: nunca se deja de aprender y de seguir construyendo una mente abierta. Tal vez pensemos que ya poseemos una mente “suficientemente abierta”, pero la verdad es que nunca la tendremos si no escuchamos ni aprendemos de las vivencias de los demás todos los días.
Aprender es enriquecedor, y si queremos acatar principios como respeto, justicia y solidaridad, debemos seguir aprendiendo. Esto me lleva a mi segunda conclusión: informarnos siempre. Si no sabemos sobre un tema, antes de opinar escuchemos a las personas protagonistas de la situación.
No presupongamos que lo sabemos sin antes estar seguros, y, si nos equivocamos, no debemos frustrarnos, sino aceptarlo y seguir aprendiendo.
Es vital que luchemos contra la desinformación con respecto a los movimientos de grupos vulnerables para así fomentar la inclusión y la interseccionalidad.
Como tercera conclusión, me gustaría recalcar la significancia del respeto y el no juzgar. Hace mucha falta saber ponernos en los zapatos de los demás para entender en profundidad sus contextos.
No debemos juzgarlos sin conocimiento claro de su situación. El respeto de los derechos humanos de las comunidades y los grupos vulnerables significa también visibilizarlos y darles espacio para ser escuchados. No asumir el papel de líderes en sus movimientos, sino actuar como una persona aliada que facilita la apertura de espacios.
A veces no se trata tanto de ayudar a corto plazo sino de impulsar a largo plazo. La interseccionalidad es clave para cambiar el mundo. Como sociedad, necesitamos entender y promover que todas las voces sean escuchadas en la toma de decisiones.
Si queremos progresar como país y sociedad, la totalidad debe estar integrada. Debemos asegurarnos de que cuando aprendamos, enseñemos, dialoguemos o informemos lo hagamos de una manera interseccional, basada en los principios del respeto a todas las identidades, colores, géneros, etnias y grupos.
Las soluciones que todas, todos y todes vayamos a proponer y realizar deben tener un enfoque incluyente en todo aspecto.
La autora es activista cívica de 16 años.