El cambio climático, pese a no ser una de las mayores preocupaciones del electorado costarricense, es un fenómeno con repercusiones en nuestra vida diaria y una amenaza a mediano y largo plazo para la economía nacional y global.
La polarización del entorno político ha desviado la atención del votante hacia unos pocos temas que no son los únicos que deben figurar en una agenda política seria. Al omitir su tratamiento en el debate público, corremos el riesgo de eludir el reto que tiene Costa Rica de liderar iniciativas de adaptación y mitigación, renunciando a nuestra vocación ambientalista tan reconocida internacionalmente.
Quienes no consideran el cambio climático como una variable clave en el programa de gobierno planteado por su candidato de preferencia, es posible que desconozcan el alcance económico y social del fenómeno. En los últimos años, Costa Rica ha sido testigo de eventos climáticos cada vez más extremos y frecuentes. Huracanes e inundaciones han afectado zonas rurales y costeras dejando lamentables pérdidas humanas y destruida infraestructura pública cuyo costo recae sobre las finanzas estatales. Diversos sectores productivos como el agrícola y pesquero también sufren consecuencias directas debido a las variaciones del clima.
Los efectos recién expuestos los vivimos en el presente, pero muchas otras consecuencias se materializarán en el futuro. El turismo costarricense se verá comprometido por la degradación de espacios naturales. A más largo plazo, dinámicas migratorias, producto del incremento en el nivel de los océanos y su efecto en las zonas costeras, traerán grandes retos al equilibrio económico y social del país. En materia comercial, la adopción de políticas públicas que condicionan la importación y exportación de bienes y servicios asumirán un papel relevante que Costa Rica no debe tampoco ignorar. De no actuar en el presente, estaremos trasladando a siguientes generaciones que no votan el próximo 1.° de abril un futuro desalentador.
Coherencia. Costa Rica no puede poner en juego los objetivos climáticos que se propuso y publicitó en el contexto del Acuerdo de París. La observancia de sus propuestas es un mensaje que enviamos a otras naciones respecto a la seriedad con que asumimos compromisos internacionales, de los cuales rendiremos cuentas en la próxima cumbre de cambio climático a finales de este año.
Es necesario reflexionar sobre la relevancia de una agenda formal para enfrentar las secuelas del fenómeno climático. ¿Continuaremos ignorando la devastación que costarricenses de zonas vulnerables del país sufren por cambios extremos del clima? ¿Permitiremos que por cuatro años se estanque nuestra agenda en esta materia?
Tal y como lo señalan reconocidas organizaciones de la sociedad civil, como Costa Rica Limpia, únicamente Carlos Alvarado presenta propuestas concretas que ejecutaría en un eventual gobierno. Espero con ansias la ruta a seguir en un eventual gobierno de Fabricio Alvarado para poder contrastar ambas posiciones.
Hemos sido parte de una dinámica electoral atípica, en la que partidos políticos de diversas tendencias ideológicas han unido esfuerzos para concretar una agenda común de relevancia nacional. Como sociedad civil, tenemos la responsabilidad de vigilar que en dicha agenda el cambio climático figure como uno de los temas prioritarios para el bienestar del país.
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Este es el momento de reflexionar sobre la importancia de tener una ruta que seguir por los próximos cuatro años y de exigir que nuestro gobernante asuma el reto de guiar a Costa Rica hacia un futuro más resiliente a los embates climáticos.
El cambio climático no es una creencia, tampoco depende de una ideología, es una realidad científica que debemos enfrentar con políticas públicas. Seamos consecuentes con nuestro orgullo nacional de país verde y trabajemos más unidos que nunca en esta causa.
La autora es abogada.