Por mucho, el gran tema de actualidad es el relativo a los recientes actos terroristas en Europa y lo que podrían aparejar en materia de seguridad ciudadana, posibles limitaciones al libre movimiento de personas, propio de la Unión Europea, y a otras aristas de la libertad individual, no solo en el Viejo Mundo sino también en otras regiones del orbe.
Sobre este asunto, a principios de año escribí un artículo de opinión (véase “Un gran cambio”, El Financiero, 25 de enero del 2015) y en él señalé que “partes importantes de Francia, y de París en particular, han sido pobladas por inmigrantes de extrañas costumbres. Algunos de ellos, aunque quizá no la mayoría, profesan un islamismo extremo, que habiendo definido a Occidente como el mal, consideran su obligación luchar por todos los medios contra él.
”Alemania no es ajena al fenómeno. Ciertos barrios de Berlín se asemejan a la zona de Porte de Clignancourt en París. Europa ciertamente enfrenta un serio problema demográfico. Tiene un problema de asimilación de grupos étnicos con ideas, valores y restricciones muy diferentes a los de sus nativos. El fenómeno ha propiciado un aumento de la violencia y la inseguridad en ciertas calles, y también en la afiliación a partidos nacionalistas, antiinmigración y antieurozona. En una década, Europa podría ser otra cosa, para bien o para mal”.
Conforme más información se hace pública, más complicado y multivariable encuentro el problema y no me he formado aún una opinión robusta, definitiva, de qué es lo que procede hacer para –respetando los valores de la cultura occidental– encontrarle una solución aceptable para todas las partes. Por ello, preferí escribir hoy sobre un tema menos trágico: el de personas que hicieron grandes aportes a la humanidad, pero murieron pobres.
Hombres célebres. Inicio el resumen con el filósofo Carlos Marx, autor de El capital, quien concibió un sistema económico interesante en el papel, pero malo en la práctica.
Marx escribió sobre el capitalismo, del que fue su principal crítico, sin poner nunca un pie en una fábrica.
Su mente favoreció la teoría y nunca se preocupó por manejar bien las finanzas familiares. Eso lo llevó a incurrir en deudas de todo tipo y, por falta de pago, a tener que pasarse de casa a menudo. Sobrevivió gracias al subsidio constante de su fiel e incondicional amigo Federico Engels.
El pintor Vincent van Gogh legó al mundo una gran cantidad de obras maestras, pero que no fueron apreciadas en su tiempo. Dicen que en vida solo logró vender una pintura y tuvo que confiar en el apoyo financiero de su hermano Theo.
Con sabia resignación escribió: “No puedo cambiar el hecho de que mis pinturas no encuentren comprador, pero espero que llegue el momento en que la gente se dará cuenta que mis cuadros valen más que la pintura utilizada en ellos”. Y así fue. Murió pobre, a sus 37 años, en 1890.
La producción musical de Franz Schubert (¿recuerdan su Ave María? ) fue considerada inferior a la de Bach y Beethoven, y ello no le favoreció en lo económico. Su vida fue un tanto bohemia y nómada. Murió en la oscuridad a sus escasos 31 años.
Edgar Allan Poe fue uno de los primeros escritores en creer que podría sobrevivir con solo el fruto de sus escritos, pero el entorno le llevó a vivir la vida de pobre artista y a no poder generar dinero siquiera para hacer frente a las necesidades básicas de su familia.
Por su parte, la calidad de la obra de Oscar Wilde fue reconocida en su tiempo y su producción se vendió bien, pero el ingreso no fue suficiente para cubrir el costo de su extravagante consumo, lo que lo llevó a vivir en la pobreza en París.
Winston Churchill puso toda su atención en la literatura, la política y el gobierno, y poco, quizá nada, en la elaboración de flujos de caja. Según una reciente biografía, en Cuba aprendió a fumar caros puros y su gasto anual en vinos sobrepasaba (en poder de compra de hoy) los $145.000, lo que lo ponía en apuros frecuentes con sus acreedores.
El gran economista Irving Fisher fue incapaz de predecir la gran depresión de 1929 (su obra clásica Principios de economía no hace mención a las palabras depresión ni desempleo ). Pero esa crisis le hizo perder casi la totalidad de sus ahorros.
La lista de otros famosos (por ej., boxeadores como Joe Louis, intérpretes de jazz como Charlie Parker, bailarines, cantantes, monjes) que murieron sin un cinco en el bolsillo es larga. Pero hay una historia que me llena de tristeza: la de Juan Gutenberg.
La imprenta. Gutenberg fue el creador de la imprenta de tipos móviles que revolucionó la sociedad, pues propició una producción a gran escala, de costos medios bajos, que permitió que todo tipo de escrito llegara a las masas.
El libro inaugural de esta imprenta – la Biblia – se produjo en la ciudad alemana de Maguncia, en 1454, y es “uno de los más hermosos y perfectos jamás impresos”.
Para producirlo, Gutenberg debió obtener financiamiento bancario, pero el periodo de producción se extendió más de lo previsto, y para acceder a más fondos tuvo que aceptar como socio al banquero y dejar como garantía la imprenta, con tan mala suerte que tampoco pudo cumplir con el nuevo plazo y ella pasó a manos de su acreedor, precisamente cuando la famosa biblia de 42 renglones por página, y en letras góticas, terminaba de imprimirse.
Gutenberg murió, después de vivir medio ciego y de la caridad de amigos, pobre, en el año 1468.
El autor es economista.