Para contribuir al debate democrático que hemos sostenido en La Nación sobre las tarifas eléctricas, me permito en esta oportunidad participar porque los argumentos expuestos no abordan aquellos de fondo que son diferenciadores del modelo eléctrico nacional y que sí son importantes para dimensionar justamente el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) en épocas actuales.
Baja en últimos cuatro años. Entre el 2014 y el 2018 se logró una reducción acumulada de más del 19 % promedio en las tarifas eléctricas gracias a la aplicación de un esquema de trabajo exitoso, cuyos resultados son respaldados por números. Por ello es inadmisible señalar ante la opinión pública que este resultado obedece a factores externos o casuales. En el 2014 las tarifas eléctricas en dólares por kWh eran $0,17 en el sector residencial, $0,22 comercial y $0,16 industrial. Hoy esas mismas tarifas están en $0,13, $0,17 y $0,13, respectivamente.
Como se hizo una comparación inicial con Centroamérica (editorial de La Nación), quisiera reiterar que el promedio citado por la Cepal para el 2016 es de $13 kWh para los industriales, por lo que es justo actualizar las cifras al 2018. Con esos datos a hoy y utilizando a Honduras como referencia (reporta los precios más cercanos a ese promedio) el costo de la electricidad es $14,35 kWh en ese país y en Costa Rica de $13,63 kWh (cálculo para una industria con consumo de 100.000 kWh/mes y 274 kW de potencia). Esto evidencia que los precios en Costa Rica son competitivos y que factores como los precios del petróleo inciden en las tarifas, en especial cuando la matriz no es fundamentalmente renovable, como es el caso del resto de la región.
Modelo eléctrico costarricense. Nuestro país tomó la decisión de seguir la senda de las energías renovables como su fuente principal de generación eléctrica. Decisión que responde a un modelo de desarrollo orientado a descarbonizar su economía según el Plan Nacional de Energía 2015-2030. Bajo este enfoque, el planeamiento para el suministro eléctrico que realiza el ICE tiene como objetivo permanente administrar de la mejor forma los recursos disponibles para que el despacho de electricidad responda a requerimientos técnicos y económicos, haciendo un balance que conduzca al costo final más bajo.
Esta visión estratégica ha permitido maximizar el aprovechamiento de las fuentes renovables dentro del conjunto de variables de la realidad nacional –desde las climáticas hasta las asociadas a la regulación tarifaria y el ámbito legal–, llevando a un punto mínimo el uso de combustibles fósiles para generación.
Aislar este elemento del resto de la ecuación para descalificarlo es incorrecto, pues es un hecho de relevancia sustancial que nos ha consolidado como ejemplo para el mundo. Somos uno de los pocos países que no emplea combustibles fósiles para satisfacer su demanda eléctrica. En Costa Rica la matriz eléctrica la constituye un 98 % fuentes renovables cuando en el resto del mundo solo representa el 24 %.
El uso de fuentes renovables fuera de nuestro país responde a una dinámica diferente, en la mayoría de los casos cuando se suman plantas renovables es para sustituir plantas térmicas con tecnología antigua, ineficiente y cara. El esquema nacional es muy diferente –se basa en fuentes renovables– y equiparlo con otros que sustituyen equipos contaminantes por limpios es ilógico.
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Por las razones expuestas, es inaceptable confrontar el modelo costarricense con el de otros países, argumentado que la integración de más fuentes limpias ha abaratado los costos de producción en aquellos, cuando resulta evidente que este beneficio se obtiene porque se reemplazan plantas térmicas obsoletas más costosas.
El autor es ministro de Ambiente.