Los profesionales que trabajamos directamente con la población adolescente y enfrentamos las consecuencias del uso y abuso de la marihuana no podemos sustraernos del debate que ha generado el anteproyecto de ley relacionado con la investigación, regulación y control de las plantas de cannabis y cáñamo para uso medicinal, alimentario e industrial.
En tres investigaciones que hemos llevado a cabo en la Clínica de Adolescentes del Hospital Nacional de Niños para explorar el consumo de drogas en adolescentes escolarizados, el alcohol ocupa el primer lugar.
Sin embargo, con respecto a las drogas ilícitas, encontramos un incremento significativo, pues en 1991 era de un 1%, en una muestra de 7.000 estudiantes; en el 2006 de un 10% (1.700 encuestados) y en el 2013 de un 15% (3.370 encuestados).
La marihuana aparece como la principal droga (aproximadamente un 80%).
Anormalidades. En la literatura científica existe múltiple evidencia del efecto de la marihuana en la estructura cerebral. Dentro de los hallazgos que recurrentemente se describen se encuentra que en los consumidores prolongados, a quienes se les han realizado estudios de resonancia magnética (MR DTI), se producen anormalidades microestructurales del cerebro, tanto en la materia blanca (conexiones entre neuronas) como en la materia gris (neuronas).
El daño del desarrollo microestructural de las fibras del cerebro puede resultar en serios déficits cognitivos y en la predisposición a desarrollar psicosis, depresión y ansiedad.
En estudios adicionales, en adolescentes que utilizan la marihuana de forma recreativa, se ha observado también, mediante resonancia magnética, anormalidades en el volumen y forma de dos estructuras del cerebro: el núcleo accumbens y la amígdala.
El núcleo accumbens, ante reforzadores conductuales positivos naturales, tales como la presencia de alimentos agradables, música, sexo, etc., genera la liberación de dopamina, lo cual origina una respuesta de recompensa (sensación placentera).
Esto mismo produce la estimulación cerebral por exposición repetida a las drogas (cocaína, anfetaminas, heroína, alcohol, nicotina, marihuana).
La amígdala está relacionada con el procesamiento y el almacenamiento de reacciones emocionales, y contribuye a la consolidación de la memoria.
Los cambios encontrados en los consumidores de marihuana, en estas dos áreas del cerebro interconectadas entre sí, guardan relación directa con mecanismos que actúan potencialmente para favorecer la adicción y los trastornos cognitivos y conductuales.
Daño irreversible. Se ha documentado, además, mediante un seguimiento hasta por 20 años a usuarios regulares de marihuana, con entrevistas a los 18, 21, 26, 32 y 38 años, y con el uso de pruebas neuropsicológicas a los 13 años sin consumo y a los 38 con consumo, un deterioro.
En las personas en consumo se encontró afectación cognitiva, de atención y en la memoria; así como una reducción del coeficiente de inteligencia, que en promedio es de ocho puntos, lo cual es significativo, pues es más severo en quienes comenzaron a fumar marihuana en la adolescencia, lo cual tiene como consecuencia un daño irreversible.
Resumen. Hay evidencia de que la marihuana tiene un efecto tóxico en el cerebro. Sus manifestaciones principales son alteración en la concentración, en la memoria y en la planificación; deterioro cognitivo; desarrollo de ansiedad, depresión y psicosis; y brote temprano de esquizofrenia.
Este impacto es mayor, incluyendo la adicción, si el inicio del consumo se produce en la adolescencia y, particularmente, si ese inicio está relacionado con marihuana con mayor contenido de tetrahidrocannabinol (ejemplo: creepy y high red ).
Si bien el anteproyecto pretende beneficiar a un grupo de personas con problemas muy específicos, no puede obviarse que una mayor disposición del cultivo favorecería un mayor acceso y, por lo tanto, un riesgo real del incremento del consumo recreativo, a pesar de los controles que puedan establecerse.
La investigación y desarrollo de productos eficaces derivados de la marihuana que se desarrollan en centros certificados bajo controles adecuados podrían estar disponibles en Costa Rica, y se cumple así con la legislación sanitaria.
(*)El autor es jefe de la Clínica de Adolescentes del Hospital Nacional de Niños