A inicios de mes, 13 agencias gubernamentales de los Estados Unidos publicaron un informe conjunto que atribuye buena parte del calentamiento global a las acciones humanas. La difusión del documento fue aprobada por la Casa Blanca mientras los operadores políticos de la administración Trump insisten en defender la tesis contraria o, cuando menos, en ponerla en duda para justificar el desmantelamiento de las políticas contra las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los gobernantes estadounidenses hacen oídos sordos a sus propios científicos, entre los cuales figuran muchos de prominencia mundial, pero no entorpecieron la circulación del informe. El hecho llama la atención, no solo por la contradicción entre ciencia y política, sino porque el cambio de dirección comenzó, precisamente, por la supresión de información relacionada con el calentamiento global en los sitios oficiales del gobierno estadounidense.
El documento, llamado Valoración nacional del clima (National Climate Assessment) se confecciona cada cuatro años por encargo del Poder Legislativo y no solo recoge las tesis de cientos de expertos gubernamentales, sino también de académicos. Finalmente, se le somete a revisión de la Academia Nacional de las Ciencias. Frente a eso, palidecen las desacreditadas tesis de un puñado de conferencistas citados, una y otra vez, por los escépticos del cambio climático.
Según el informe, en poco más de un siglo la temperatura promedio subió 1,8 grados Fahrenheit. En consecuencia, hemos sido testigos de condiciones extremas y fenómenos climáticos nunca antes vistos. Los expertos hablan cada vez con mayor claridad. El informe de las agencias gubernamentales estadounidenses califica de “inequívoca” la tendencia al calentamiento y descarta la existencia de explicaciones distintas de la actividad humana.
La actual temporada de huracanes y sus extraordinarias manifestaciones ilustran el punto. También alimentan el debate político, despiertan interés por la ciencia y desacreditan a quienes la niegan. Pero falta mucho por hacer. En la conferencia anual sobre cambio climático celebrada en Bonn, ninguno de los grandes países industrializados pudo vanagloriarse de estar en ruta al cumplimiento de las obligaciones adquiridas dos años antes, en París, donde la costarricense Christiana Figueres desempeñó un papel de gran importancia.
Según los científicos, la humanidad no puede darse el lujo de permitir un alza de dos grados Celsius por encima de los promedios de la era preindustrial. En ese punto, los cambios climáticos serán drásticos, con graves consecuencias en todo el planeta. Los acuerdos de París incluyen metas de reducción de emisiones aceptadas por unos 200 países, pero ninguno de los principales marcha al ritmo necesario para lograrlas y ese sería apenas un primer paso, porque las metas establecidas siempre fueron consideradas insuficientes.
Si a ese panorama se añade el desdén del principal contaminante per cápita del planeta, que amenaza con abandonar los acuerdos de París, sobran motivos de preocupación. En ningún momento encaró la humanidad una amenaza común tan formidable y en ninguna otra época se hizo tan necesaria la unidad de todos. Por eso es importante la insistencia de científicos, organizaciones y gobiernos, incluso de naciones pequeñas, como la nuestra. La contribución costarricense a las emisiones de gases de efecto invernadero es, comparativamente, muy pequeña, pero estamos llamados a dar el ejemplo, entre otras razones porque nuestra participación en el sufrimiento causado por los efectos negativos es, esa sí, muy grande.