En lo tocante al Sistema Fitosanitario del Estado y su relación con el comercio internacional, parece haber dos gobiernos: uno, representado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). El otro, por la Cancillería y el Ministerio de Comercio Exterior. La diferencia ha sido notoria a partir de las declaraciones del embajador estadounidense Stafford Fitzgerald Haney, publicadas por este diario.
El primero de los dos gobiernos dudó de la fidelidad de las informaciones a las palabras del embajador. Inmediatamente, La Nación puso a disposición de sus lectores, en su página electrónica, el audio de la entrevista para sacar de dudas a quien las tuviera. Aun así, persistieron las interpretaciones y sutilezas sobre el verdadero sentido de lo dicho por el diplomático.
Ahora, el gobierno representado por el MAG reconoce haber recibido manifestaciones de la molestia estadounidense el año pasado, mucho antes de la entrevista del embajador con este diario. Sin embargo, surge un nuevo caso de malas interpretaciones. Cuando el director del Servicio Fitosanitario respondió con un desplante a las declaraciones del diplomático sobre el manejo “político y no técnico” de su departamento, en realidad no pretendió hacerlo y la culpa del equívoco la tiene la “descontextualización”, según el ministro de Agricultura, Luis Felipe Arauz.
Según el ministro, el funcionario no quiso decir, como dijo, que solo se reuniría con el embajador en un lugar público. Más bien pretendía informar su deseo de mantener una conversación “transparente”, de irrestricto acceso para todo interesado. De ser así, las declaraciones adquieren un tono menos contundente, pero distan de ser apropiadas. Salvo una nueva mala interpretación, el diálogo con el representante estadounidense está unilateralmente condicionado. No es mucho el avance.
El Servicio Fitosanitario del Estado entró en contradicción con Comercio Exterior cuando sus súbitas y polémicas decisiones sobre la importación de productos agrícolas comenzaron a causar roces con nuestros socios comerciales, como ocurrió con México y los aguacates, para citar un ejemplo. Ahora, el Servicio Fitosanitario incursiona en asuntos diplomáticos, para desconsuelo de la Cancillería.
El ministro Arauz declaró su intención de aclarar las cosas con el embajador. Él asumirá “la parte más diplomática” y con ese objetivo solicitó al representante estadounidense una cita. ¿Será pública o carecerá de transparencia? Esas son las opciones planteadas por el propio funcionario cuando aclaró las declaraciones del director del Servicio Fitosanitario.
El otro gobierno, el de la Cancillería y el Ministerio de Comercio Exterior, parece haber entendido bien, desde el inicio, las declaraciones del embajador y las del director del Servicio Fitosanitario del Estado. Por ello acudió a la Asamblea Legislativa para manifestarse preocupado.
El MAG y el Servicio Fitosanitario no deben dictar la política de comercio exterior y, mucho menos, conducir las relaciones internacionales. Los resultados están a la vista. Para la Cancillería, una cuestión técnica no debe afectar la relación bilateral con otro Estado y, sobre todo, debe haber coordinación, es decir, un solo gobierno.
Comercio Exterior recuerda la existencia de contrapartes técnicas en las representaciones diplomáticas, porque los embajadores no se reúnen con directores de departamentos para discutir semejantes temas, además de que “verbalizar alguna intención de condicionar una reunión con el embajador está totalmente fuera de lugar”.
Eso deja sin explicación las declaraciones del ministro Arauz, a quien no parece molestarle la condición de “transparencia” impuesta al diplomático norteamericano por el director del Servicio Fitosanitario. Desde luego, la culpa de todo la tiene el “sensacionalismo” de la prensa, en opinión de este último funcionario.